Aunque aún estamos a casi tres meses de que termine el sexenio y de que asuma sus funciones el nuevo gobierno, el arranque de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión, en la que la alianza que postuló al Presidente Electo cuenta con una cómoda mayoría, ha traído consigo el que se adelante la discusión sobre algunos temas que están en el ánimo de todos y que seguramente se irán abordando en los próximos meses. Uno de ellos tiene que ver con las organizaciones sindicales y lo que han significado para México en las últimas décadas. Hay una añeja demanda en torno a la democratización de los sindicatos en nuestro país a la que se oponen muchos de los líderes sindicales. Existe un gran consenso en que la ley debe otorgar mayores derechos a los trabajadores para elegir a sus dirigentes de manera democrática, directa y secreta; es decir, sin represalias ni ataduras; y, sin embargo, poco se ha logrado. El otro gran tema es el de la transparencia en la gestión de recursos ejercidos por las organizaciones sindicales, que provienen de las cuotas que cada trabajador aporta; la opacidad con que se manejan los sindicatos es una vergüenza nacional.

Existen motivos de fondo para renovar y actualizar el marco legal en materia laboral. En lo económico, lo que priva es la desigualdad: muchos de los líderes llevan una vida rodeada de lujo y ostentación que lastima a los propios trabajadores agremiados —que sufren de enormes carencias— y ofende a toda la sociedad. Los escándalos por sus excesos se suceden día con día y, hasta hoy, nadie ha querido hacer nada.

En un país que se precie de ser democrático, es una obligación garantizar la transparencia y rendición de cuentas en los sindicatos. Con esto se lograría que el trabajador conozca, a detalle, con claridad y de manera periódica, el uso y destino de sus aportaciones, lo cual le permitiría ejercer a plenitud su derecho de decidir acerca de la administración del patrimonio sindical en beneficio de todos sus agremiados. De lograrse la transparencia sindical se convertiría inmediatamente en un importante igualador social.

Por lo que toca al tema político, la vida sindical en nuestro país se ha caracterizado por ser un enigma para propios y extraños. En casi todos los casos, el control de los líderes sindicales sobre sus agremiados es implacable. Por ello, dar a los agremiados el derecho a elegir de manera libre, democrática y secreta a sus dirigentes, permitiría a cualquier trabajador —un trabajador es igual a un voto— decidir e incidir en la vida interna de su organización, lo cual constituiría no sólo emancipación de sus líderes, sino también la revitalización de la vida sindical en sintonía con las necesidades de sus agremiados.

México requiere un sindicalismo acorde con la vida democrática del país y que acompañe a la sociedad en su proceso de desarrollo. La idea de sindicatos transparentes no está peleada con la idea de sindicatos fuertes, siempre que los esfuerzos de dichas organizaciones estén encaminados a defender los derechos de sus trabajadores, para elevar la productividad y contribuir a mejorar el desarrollo de nuestro país.

La transparencia y la democracia interna no están reñidas ni anulan la autonomía sindical, en la que indebidamente se escudan los líderes que se aprovechan del status quo; por el contrario, estoy convencido de que la existencia de sindicatos democráticos contribuiría al fortalecimiento del tejido social y laboral. Postergar estos cambios sería contrario al proceso de transformación democrática que ha experimentado nuestro país. Es la hora de las definiciones.

Abogado. @jglezmorfín

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