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Como en muchos otros temas, López Obrador y su equipo mandan señales encontradas en el tema de corrupción, uno de los temas que explican el resultado de la elección. Ha insistido Amlo en que ese es uno de los problemas principales, pues desvirtúa todo el aparato de gobierno, la eficacia de los programas y afecta el crecimiento económico. Tiene razón, y si bien el electorado había sido durante décadas omiso (o resignado) en este asunto, dejó de serlo en estos años. Una clara señal de ello fueron los comicios de 2016, donde la corrupción explica las múltiples alternancias que hubo (que afectaron al PRI y a la alianza PAN-PRD). En 2018 el principal beneficiario de esa protesta sería evidentemente López Obrador. Más no queda claro cómo Amlo abordará el asunto; mucho se ha criticado su principal propuesta de erradicar la corrupción a través de su mero ejemplo personal: eso ayuda, pero no resuelve. Más confuso resulta el mensaje que envió desde hace dos años en sentido de que haría una especie de olvido respecto del actual gobierno, para que la mafia no sintiera “que el mundo se le viene encima”, para que no temiera su llegada al poder: “A los integrantes del grupo en el poder que a pesar del gran daño que le han causado al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor, les aseguramos que tras su posible derrota en 2018 no habrá represalias, persecución o destierro para nadie” (2018, La Salida. 2016).
De ahí las especulaciones sobre un posible pacto de impunidad entre el gobierno saliente y el entrante, como los que ha habido en otros años, y que han permitido que la corrupción continúe. Muchos imaginan que el posible pacto de impunidad entre Amlo y Peña (del que sólo puede hacerse inferencias pues seguramente no se firmó ante notario) incluye no tocar a Peña y a varios otros miembros del gobierno y su equipo. Y a muchos molestó que al reunirse con José Antonio Meade, Amlo lo llamara honesto y decente. ¿No se le acusaba de solapar la corrupción en varios escándalos desde sus cargos en el gobierno? ¿Era mentira antes que era corrupto, o es mentira ahora que sea honesto? ¿Exonerar a Meade es parte del posible pacto de impunidad con Peña Nieto? Y Rocío Nahle habló de que no habrá Quinazos (¿con Romero Deschamps, quien probablemente quedará también impune?)
Otra señal reciente en ese sentido la envió José Agustín Ortiz Pinchetti, quien fue secretario de Gobierno con Amlo en la capital (y posible fiscal electoral). Le dijo a Carmen Aristegui (8/VIII) que combatir la corrupción, como lo hacía Javier Corral contra César Duarte en Chihuahua, era un grave error, un pérdida de tiempo y esfuerzo que mejor habría que dedicar para gobernar. Y dice que Amlo perdonará a los corruptos de este gobierno para no hacer ruido (es decir, lo mismo que hizo Fox). Pero asegura que los nuevos fiscales, sin duda autónomos, serán quienes lo podrían hacer (pero nombrados con el visto bueno de Amlo, pues de lo contrario los enemigos le pondrán un caballo de Troya). En 2016 legisladores del PT-Morena presentaron una iniciativa para modificar el artículo 108 Constitucional, y hacer al presidente en turno imputable de actos de corrupción durante su gestión. Pero Manuel Bartlett propuso también la creación de una Comisión de la Verdad que investigue la corrupción de los gobiernos de Salinas de Gortari, Zedillo, Fox y Calderón. Hasta ahí lo dejó (sin incluir a Peña). Pero Virgilio Caballero mencionó que esa Comisión haría la revisión “desde Salinas para acá” (¿incluye a Peña?). En todo esto no se vislumbra un “borrón y cuenta nueva” sino la revisión del pasado. Eso sí sería ir al fondo pero, ¿se trata de una iniciativa propia de los legisladores, o son instrucciones de López Obrador? ¿Las cosas han cambiado de 2016 a la fecha, de modo que lo de la Comisión de la Verdad se dejará de lado (como lo hizo Fox)? Habrá que esperar para ver qué incluye y qué no la estrategia para “desterrar” la corrupción de manera radical y definitiva, según ofreció Amlo.
Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1