Al Canciller Luis De la Rosa quien salva para México la Baja California y el Mar de Cortés.

Después de la expulsión de la Compañía de Jesús de España y sus dominios coloniales en 1767, el fondo piadoso de las Californias pasó a manos de los franciscanos. Este antecedente en las californias es fundamental para comprender la herencia sobre el dominio de la península de Baja California y el Mar de Cortés.

El dominio de este territorio agreste fue un dolor de cabeza para la Corona española, que impuso la vigilancia del Mar de Cortés y el Océano Pacífico en contra de la codicia de expedicionarios, piratas, aventureros, y corsarios de diferentes patentes de potencias de la época, que pretendían apoderarse de esa porción del territorio.

Al inicio la Guerra de Independencia en la Baja California no se registraron movimientos de armas, sin embargo, apareció la amenaza de una escuadra chilena que intimidó a la población de Loreto con el fin de anexar la Baja California a Chile. Este acto provocaría la declaración de independencia de la península y de su unión al imperio mexicano el 18 de abril de 1822, don Fernando de Toba arroja a los invasores chilenos de Loreto y de San José del Cabo, limpiando el Mar de Cortés de estos corsarios.

En el México independiente continúa el ejercicio de la soberanía, no solamente en el territorio, sino también sobre el Mar de Cortés. Al estallar la Guerra entre Estados Unidos y México en 1846, el gobernador de la Baja California entrega el territorio al enemigo sin consulta con el gobierno, acto repudiable y apátrida, que obligo a los movimientos guerrilleros leales a México se destituyeran del gobierno. Esta encomiable conducta de la población de la época es un claro ejemplo de la vocación del ejercicio y dominio soberano sobre esta porción territorial tan valiosa estratégicamente.

Una vez ocupado Veracruz, el 27 de mayo de 1847 por tropas norteamericanas, se inicia la negociación y diseño de un proyecto de tratado de “paz, amistad y límites” entre México y Estados Unidos. Este documento incluía en su artículo IV la pérdida de México de la Península de la Baja California, como lo narra el enviado plenipotenciario y negociador del Tratado Nicolas Trist, quien asqueado y avergonzado por las pretensiones expansionistas del presidente Polk. Decide “entre el deber y conciencia”, no incluir la cláusula anterior, sino solamente el territorio de la Alta California y el Oregón. Sin embargo, en el futuro ese país no renunciaría al dominio de ambas Californias que en el futuro utilizaría el chantaje, la presión o la guerra a fin de completar su proyecto expansionista de esa república esclavista que nació pigmea el 4 de julio de 1776.

Es inolvidable la conducta del Canciller mexicano Luis de la Rosa quien logra negociar y salvar para México patrióticamente la Península de la Baja California y el Mar de Cortés, convenciendo al plenipotenciario Nicolas Trist de continuar las negociaciones del tratado. Como hemos afirmado anteriormente, éste no tenía autorización de su gobierno. Finalmente, el epílogo sería la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848, salvándose el dominio para México de la Península y el Mar de Cortés, según artículo V del mencionado instrumento.

México logra así conservar el dominio y soberanía sobre la península de la Baja California, y el Mar de Cortés, según el Artículo IV del sexto sustantivo del mencionado Tratado.

El presidente Juárez en su época, Porfirio Díaz, Madero y Carranza continuarán esquivando presiones de nuestro vecino a quienes se les ofrecía el reconocimiento diplomático a cambio de la cesión de la Península, pero renuncian enérgicamente a tales pretensiones.

(Continuará)


Director General del Centro de Estudios
Económicos y Sociales del Tercer Mundo

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