Suena, por lo menos para los latinoamericanos, ya algo degradante los términos de izquierda y derecha. Ninguno de los dos polos han mantenido posiciones consecuentes con la sociedad y para muchos sólo existe el mal de la clase política. Los ciudadanos esperan prosperidad, bienestar y que puedan suministrar mejor vida a las generaciones futuras. Todos esperan acciones reales, menos politizadas e ideologizadas y que logren más distribución de riqueza que de pobreza.

Hay un problema fundamental en los gobiernos que se han llamado de izquierda en Latinoamérica, y es que, sustentados en una fuerte soberbia y a margen de las necesidades de la sociedad, han replicado el autoritarismo y la limitación de las libertades individuales características del modelo cubano. Los lenguajes desafiantes y descontextualizados al estilo de la década de los 60, no escuchar a otros sectores sociales y considerarlos como enemigos de la patria por solo tener opiniones diferentes, realizar nacionalizaciones absurdas y sin fundamento que terminan afectando a la sociedad en su conjunto, además de los vínculos con el narcotráfico para enriquecimientos sin que ellos se traduzca en soluciones a ese mal social y la perpetuidad en el poder, han sido sin dudas los aspectos que han provocado la devaluación del termino izquierda.

No se trata de formular políticas donde los pobres sigan igual y las clases medias y altas se subsuman también en pobreza, el bienestar social descansa en una sólida política socio-económica, que contribuya al crecimiento sustentable con un aprovechamiento óptimo de los recursos. Pensadores de la economía como Marx y Keynes sostuvieron que si no hay adelanto de dinero en la circulación no se puede llevar a cabo la producción de forma creciente con relación a un periodo anterior. Por tanto, la política socio-económica debe sustentarse en la distribución de la riqueza y considerarse importante la economía solidaria como medio contra la pobreza.

AMLO es hoy una figura política incuestionable de lo que se ha denominado la izquierda mexicana, y está en posibilidades reales de llegar a ser el presidente. López Obrador puede ofrecer a México y al mundo una imagen de izquierda moderna y civilizada si se apega al programa de gobierno presentado. Puede ser un presidente que sea considerado como positivo por clases bajas, medias, medias altas y altas si logra distribuir riqueza en la sociedad, limita los niveles de corrupción y devuelve la tan anhelada seguridad, que gran parte de los estados del país reclaman.

Si deja de un lado la soberbia, que brota de las provocaciones, que le hacen círculos de derecha y agentes ya identificados con ellos y que usan un discurso engañoso reflexionando como si fueran los únicos con razón, puede ofrecer con pensamiento objetivo decisiones necesarias para la sociedad mexicana que se vienen reclamando durante años y dejar sentado un precedente que permita la consolidación total del proceso democrático en el México de hoy y del futuro. Debe recordar en todo momento que la grandeza se logra con los hechos, no con el discurso.

No obstante faltan todavía seis meses para que se realicen las elecciones y las estrategias electorales deben dejar muy claras las posiciones de los aspirantes a la Presidencia ante la falta de credibilidad en la sociedad de la clase política. Pero como mexicanos debemos creer en el cambio que siempre aspiramos para que nuestra sociedad sea cada vez mejor y el bienestar llegue a todos por igual, vivimos nuevos tiempos y es necesario aprovechar las ventajas que nos da el mundo actual y desechar lo que no redunde en mejor vida para nuestros conciudadanos.

Académico de la Universidad Iberoamericana

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