El Presidente AMLO ya presentó su primer presupuesto como expresión de su Programa de Gobierno. Cumplió su compromiso de campaña: un gobierno “fiscalmente responsable”, con equilibrio razonable ingresos-gastos, sin endeudamiento, no aumento de impuestos y, a destacarse, un superávit primario (los ingresos exceden los gastos antes del pago de intereses). Los supuestos macroeconómicos en que se sustenta son razonables, a veces un poco “sobrestimados” o “subestimados”, pero creíbles: el crecimiento (2%), la inflación (3.4%), el tipo de cambio ($20), la tasa de interés (8.3%). A sus 25 proyectos “prioritarios” les dedica la mitad de lo anunciado ($250MM).

La reacción inicial de la prensa internacional es muy positiva: the Economist, “un presupuesto sorprendentemente sobrio”; el Financial Times, “prudente” y también las de muchos analistas. La película se descompone algo con los $25 mil millones de ingresos “inventados” y una batería de proyectos impresentables.

La discusión sobre el Presupuesto se ubica en el gran debate de México sobre los modelos económicos, desde la Gran Depresión de 1929 hasta la fecha. Éste se provoca por su discurso de Toma de Posesión, que se pronuncia por sustituir la política económica neoliberal “fracasada”, causa de muchos de los problemas que acarrea México: mediocre crecimiento, pobreza extrema en uno de los países más desiguales del mundo y que él vincula estrechamente con la corrupción. Esto lo contrasta con lo bien que funcionó el “desarrollo estabilizador” de los 60’s, crecimiento del 6%, sin inflación, sin deuda, con vigoroso aumento de la clase media.

Esto ha suscitado una reacción agresiva de los propios “neoliberales”, argumentando que esto es “nostálgico, regreso al pasado, a condiciones que ya no se dan”: Estado intervencionista, economía cerrada. ¿Pero cuál pasado es el más censurable, el periodo exitoso hasta los 60’s o el de este milenio, el del “estancamiento estabilizador”? Tiene cierta razón AMLO. En el mundo actual es el “neoliberalismo” que desde la crisis de 2008 es fallido y agotado. Los premios nobel, Krugman y Stiglitz, y aún algunos economistas del FMI han declarado su “defunción”. Sus políticas provocaron la Gran Recesión que ha descarrilado las economías y la propia globalización, propiciado la extrema desigualdad, como el 1% de súper-ricos, el elevado desempleo de los jóvenes, la austerocracia que desquició a Europa, y causado el Brexit, la elección de Trump y, en general, el surgimiento del populismo. Es precisamente lo que también generó movimientos anti-sistémicos, que en México llevan a AMLO al poder.

La otra opción la caracteriza muy bien AMLO en un documento que publicó el 4 de abril: “El modelo económico que proponemos es semejante al que se aplicó en el país en el periodo denominado del desarrollo estabilizador... no es nuestro propósito revivir un modelo del pasado y aplicarlo de manera mecánica, pretendemos retomar las lógicas que funcionaron, ajustarlas a las condiciones actuales con una visión política distinta, respecto a los principios democráticos, en un entorno en que deben tomarse en cuenta factores como la inserción de México en la globalidad…”. ¡Hay que leerlo! Ojalá lo aplique.

Esta estrategia “actualizada” es la que están siguiendo los países emergentes exitosos: China, India Indonesia, Vietnam, los que crecen a más del 6%. Se llama “neodesarrollismo”. Ese es el presente y el futuro, los “trasnochados” son desde 2008 los neoliberales.

Ahora bien, todavía el recetario de AMLO, sin estructura, es un híbrido. En algunos aspectos es más “neoliberal” que los neoliberales, por ejemplo, la baja de impuestos, el “banquicidio de BANCOMEXT”, la austerocracia llevada a extremos. Todavía faltan elementos neodesarrollistas, como una planeación estratégica; una inversión pública en proyectos rentables, no ocurrencias; una política industrial y bancaria, una política social de envergadura no asistencial.

Con el “presupuesto” y la “recompra” de bonos, podremos pasar Navidad, fin de año y el día de Reyes razonablemente tranquilos. Se gana tiempo. ¿Qué pasa después? Dependerá que se resuelva satisfactoriamente continuar Texcoco, cancelar los absurdos de Santa Lucía y la nueva refinería y, que no se desarticule el aparato gubernamental, llevando a un freno económico. ¡Feliz año!

Ex embajador de México en Canadá
@ suarezdavila

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