Nestora Salgado sonríe mucho. Se siente con un pie afuera de prisión. Abraza con cariño a su hermana Cleotilde, quien le obsequia una barra de miel. Ve el reloj digital que lleva prendado en la muñeca izquierda, junto con una pulsera de la CRAC- PC, elaborada por Gonzalo Molina, compañero de organización encarcelado en Chilpancingo. Son las 11:36 del sábado 12 de marzo.

Un mundo transcurre afuera del Centro Femenil de Readaptación Social Tepepan, al sur de la Ciudad de México. Han sido días muy fríos. De frente a la cárcel, donde Nestora lleva nueve meses, el aire mueve los árboles. La puerta de entrada se abre en intervalos de cinco a tres minutos. En esos lapsos cruzan 13 personas a visitarla.

“Gracias a todos por estar aquí”, suelta la mujer de 44 años. En sus ojos hay un brillo similar a los tiempos en los que desfilaba con uniforme verde olivo con las insignias de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias.

Nestora es una interna con permiso de tener una reunión. En el salón de unos cinco por 10 metros se acomodan alrededor de una mesa ovalada las 13 visitas. Cinco son familiares de la líder: Minerva, Jorge y Cleotilde, hermanos mayores, dos de sus sobrinos, uno de ellos Giovanni, a cargo de la Policía Comunitaria en Olinalá, municipio de la Montaña guerrerense, origen de la mujer acusada de secuestro, entre otros delitos. Allí les dice contundente: “¡Estoy dando un paso, voy por dos!”.

“Mi libertad es un hecho porque hay pruebas claras de que los delitos que me imputan son falsos… Yo no tengo por qué pedirle perdón al Estado, porque no soy una delincuente como han hecho creer en estos casi tres años. Tampoco me están amnistiando porque mi equipo jurídico tiene pruebas de que soy inocente”.

Altiva. Empoderada. Segura de sí. Calificativos que le ponen dos de los activistas que la visitan el sábado. En 31 meses de encierro, la cárcel —dice—, no la ha quebrado, algunos de sus acompañantes opinan que es por su resiliencia, es decir, capacidad sicológica de salir fortalecido de circunstancias traumáticas.

Sin rencores.

EL UNIVERSAL ingresa desde el jueves 10 de marzo al penal. Sentada en su cama de una habitación de la Torre Médica de la prisión, donde compartió con presas como la ex líder magisterial, Elba Esther Gordillo, come un burrito de pollo y bebe agua de jamaica.

Sus libros ya no están: “¡Por qué esos no se van a quedar aquí adentro!”. En su encarcelamiento ha leído más de lo que creyó en toda su vida.

Nestora no pierde el acento chicano de casi 20 años de vivir en Estados Unidos. Pero se escucha diferente a cuando empezó a aparecer en medios de comunicación. Casi no quería salir a cuadro, después de octubre de 2012 cuando su pueblo, por la infiltración del crimen organizado y el secuestro de un taxista, decidió proclamarla su coordinadora, y reemplazar por la CRAC, un sistema de justicia alternativo al convencional, que a su juicio permite la proliferación de delincuentes.

La Nestora de hace cuatro años no es la misma que hoy habla de casi cualquier tema. Durante tres días narra su encierro: “Un aprendizaje que Dios me envió para ser mejor persona”, de cómo la CRAC no se movilizó rápido para que saliera, “yo creí que no estaría más de 15 días presa… ¡hijos de la chingada!”, pero no tiene rencor y sí una palabra grabada: Unidad. Al final, tanto sus compañeros como políticos y activistas, desde sus trincheras, dice, la han ayudado para poder salir.

—¿Quién es Nestora Salgado?

Creo en la justicia. Me casé de 14 años, soy madre de tres hijas. Crucé la frontera como ilegal por Tijuana. Trabajé en Washington. Vi varias injusticias… Pasaron más de 10 años para regresar a Guerrero. Tengo doble nacionalidad. Soy presa política, porque el Estado me utilizó como instrumento para enseñar la represión contra los pueblos. Al ver que la delincuencia se apoderaba de Olinalá, me sumé a la CRAC. Cumplimos los requisitos del sistema, el gobernador [Ángel Aguirre] nos dio camionetas, y luego se me acusó de más de 50 secuestros.

La CRAC es un sistema de justicia reconocido por el Estado (bajo la Ley 701 de Reconocimiento, Derechos y Cultura de los Pueblos y Comunidades Indígenas) del que me enamoré, porque era la posibilidad de brindarle a la gente una alternativa real de seguridad. Siempre actué apegada a las reglas.

Me repusieron mis procesos porque  no conté con asistencia consular. Desde que me detuvo la Marina con el Ejército en agosto de 2013 y me enviaron a una cárcel de máxima seguridad, han violado mis derechos humanos.

—¿Qué sigue tras la libertad?

Vamos a conformar con las organizaciones que apoyaron mi libertad, [25 mil personas firmaron en internet una petición para que saliera] y los que se quieran sumar: políticos, activistas, actores, escritores y periodistas, un gran frente por la liberación de presos políticos, primero los de Guerrero, luego los de México que son más de 500.

Vamos a seguir en el plano internacional y en el país con el proyecto de la CRAC. Yo soy apartidista, no voy a decir que no escucharé al PRD, a Morena. Quien quiera acercarse es bienvenido porque necesitamos una campaña incluyente y amplia para demostrar que somos fuertes. Yo sola no soy nadie.

Hay dos caminos en el caso de Nestora, según su abogado, Sandino Rivero: que los jueces de Huamuxtitlán, Tlapa y Ayutla, donde están radicados los tres nuevos procesos, luego de que demostró su inocencia por los delitos de secuestro y delincuencia organizada, porque la defensa arguyó que en la CRAC hay un sistema llamado reeducación, similar a la prisión y mostró otras pruebas, sigan ese ejemplo y el del auto de libertad o que haya otro criterio.

Nestora tenía hasta el último minuto de ayer para seguir con sus sueños o buscar otra estrategia para salir de prisión. Afuera la espera una fiesta, dice, en la que animará a todos y sonríe como quien tiene la certeza de lograr su libertad.

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