Ileana soñaba que al cumplir 15 años tendría una fiesta; en su imaginación se veía rodeada de chambelanes, con un vestido rojo y su cabellera larga estilizada, sin embargo, quemaduras en 90% de su cuerpo le arrebataron la fantasía. Abandonó la escuela y no cuenta con tratamiento para su piel.

Hace 11 meses, Ileana y otros dos menores sufrieron quemaduras de tercer grado y recibieron atención especializada en el hospital Shriners en Galveston, Estados Unidos. Al regresar a Tabasco, enfrentaron una dura realidad que los mantiene marginados en sus viviendas.

Ellos son parte de los 29 huérfanos que dejó la explosión de una pipa cargada de gasolina el 26 de marzo de 2015, en el municipio de Cárdenas, a unos 90 kilómetros de Villahermosa; un lugar donde los niños y sus familias se dedican a la ordeña de combustible en tomas clandestinas, una actividad recurrente que apenas y apacigua el hambre de la gente que habita esta zona cañera improductiva.

Con amargura, Ileana, de 14 años de edad, comenta que en su casa no están permitidos los espejos ni artículos de belleza, los odia: “La ilusión por mi fiesta de 15 desapareció, no puedo peinarme o vestirme, siento que no soy la misma, mi piel no me acompaña, no me acepto como soy”, dice y evoca el fatídico día que acudió a ordeñar la pipa con su tía fallecida.

En su casa de láminas agujereadas hay dos camas, una televisión y un ventilador encendido durante día y noche, que calma sus molestias, pues sus poros están sellados, no puede sudar, su piel arde como brasas. Si el ventilador fallase, sería muy doloroso para ella.

Ileana que despertó un mes y medio después de ocurrido el “pipazo”, vive arrepentida con una recuperación lenta y complicada, pues dejó de viajar a Galveston por sus tratamientos y sus medicamentos se agotaron.

Se siente diferente, desea regresar a la escuela, no obstante, el temor de ser marginada evita su regreso.

“La gasolina es muy peligrosa, quisiera que vean cómo quedé porque por esto se pierden los momentos maravillosos que tienen en su vida”, fue el mensaje que Ileana envió a los habitantes y niños de esa zona para que eviten continuar con la ordeña de combustible.

Efraín de la Cruz González, padre de Ileana, dice que su hija no pudo continuar el tratamiento, debido a que le negaron su visa para reingresar a Estados Unidos y continuar su atención en el hospital Shriners en Galveston.

Su hija y otros dos menores viajaron en avión para su atención médica especializada a Galveston, Houston, con apoyo de la fundación Michou y Mao, posteriormente regresaron a Tabasco en autobús durante tres días de viaje.

Solo y con deudas

En San Miguel se encuentra el panteón donde descansan los restos de 11 personas, de 22 fallecidas en la explosión y cerca de allí vive José Candelero Correa, Chepe, de 12 años, quien perdió a su padre y un hermano.

Chepe permanece encerrado en su casa; no puede exponerse al sol y siempre lleva un traje de neopreno. En el accidente perdió la mano izquierda, algunas heridas no le cicatrizan y usa chanclas ortopédicas.

Otra víctima de la explosión es don Rosendo López de la Cruz, de 68 años, quien perdió a seis familiares: dos hijos varones, dos mujeres, una nuera y un nieto. Todos murieron en el hospital de alta especialidad del estado Juan Graham, y él quedó endeudado por los gastos fúnebres y médicos; debe 50 mil pesos.

“Todos murieron en el mismo lugar, toda la semana estuvimos enterrando a mi familia. Íbamos de iglesia en iglesia, las recorrimos todas”, platica a EL UNIVERSAL.

Rosendo relata que perdió la visión debido a la diabetes, la cual se agravó por la terrible pérdida de su familia, acusa que las autoridades locales abandonaron a las familias, viudas y niños huérfanos de Palo Mulato.

“El gobierno no apoyó nada, vinieron a preguntar por los muertos, por los niños, dejaron teléfonos, solamente nos dejaron engañados, nunca volvieron, volvió otra comisión del DIF para apoyarnos, pero hasta ahorita no ha habido”, señala.

Este hombre que sufrió en carne propia el saldo de ser un ordeñador, advierte a la población y a sus vecinos que no continúen con la “rapiña” de combustible.

“He dicho a la gente que mejor no vayan, que huyan, que eso es un peligro muy grande, que vean lo que pasó con mi familia, pero la gente no hace caso”, dice.

“En el robo de gasolina todos están enredados, es una mafia difícil de acabar, esto no lo van a parar. La gente no mide el peligro, la gente no escarmienta, están dispuesta a morir porque no hay lana, aquí vienen a decir que prefieren morir quemados, pero con la barriga llena”, comenta don Rosendo.

De acuerdo con cifras de Petróleos Mexicanos (Pemex), en 2015 el robo de combustible en los ductos de Tabasco creció 57.8% en comparación con los hurtos registrados en 2014.

Pemex informó que de enero a septiembre de 2015, se reportaron 301 ordeñas de combustible contra 174 tomas clandestinas contabilizadas en el mismo periodo de 2014.

Del total de 301 tomas clandestinas, 44.8%, son 135 ordeñas y se realizaron en el territorio de Huimanguillo, principalmente en el corredor de poliductos que corren paralelos a la carretera federal Cárdenas-La Venta.

Mientras que en Cárdenas, se efectúo 30.5% del total de los robos de hidrocarburos en 2015, al registrar 92 casos.

Ambos municipios suman 75.4% de las ordeñas de ductos durante 2015.

El último incidente se reportó el pasado 22 de diciembre de ese mismo año en el poblado C33 de Cárdenas con saldo de cuatro víctimas que perdieron la vida.

En estas poblaciones, San Miguel, El Corchero, Zapotal, El Hormiguero y Palo Mulato, los pequeños nacen y son criados para ser ordeñadores, es el oficio de moda, apenas se enteran de una toma clandestina originada por los traficantes de la zona, corren con sus padres a la “rapiña”, y así fue como el día de la explosión se convirtieron en víctimas.

Esta zona donde el grupo criminal de Los Zetas controla el tráfico de combustible ilegal, se encuentra ubicada entre la autopista de cuota y la libre, que va de Cárdenas a Coatzacoalcos; aquí es un secreto a voces que bajo puentes y viviendas, la presencia de llantas con señalamientos rojos y bidones, es indicativo de que en esos lugares se vende el combustible robado.

“Aquí no hay trabajo y lo que sí sale es esto. Vendemos a 10 pesos la Magna y a 12 pesos la Premium, igual la diésel”, dice bajo anonimato uno de los pobladores que desde hace 10 años se dedica a la venta ilegal en los pueblos cañeros de Cárdenas, donde los principales clientes son transportistas, moto taxis y hasta la misma policía del lugar en ocasiones.

El pasado jueves 26 de marzo el camión cisterna circulaba sobre la carretera de cuota Cárdenas-Coatzacoalcos, cuando sufrió una volcadura, la cual posteriormente generó una explosión a las 18:30 horas en el kilómetro 77+600 cuando muchas familias se encontraban ordeñando el combustible a la altura de la población de Palo Mulato.

De acuerdo con Protección Civil Municipal de Cárdenas, esa misma tarde reportaron a los primeros dos fallecidos y los 24 heridos.

Días después el número de víctimas creció sucesivamente en las siguientes semanas debido a las lesiones graves causadas por quemaduras de segundo y tercer grado en 90% de sus cuerpos. El último fallecido, Luis Sánchez Salvador, de 64 años de edad, se reportó el 12 de mayo.

A un año de la tragedia en la que murieron 22 personas por quemaduras (11 hombres, seis mujeres y cinco menores), así como 36 heridos, aún no hay detenidos.

De acuerdo con la Fiscalía del estado, los habitantes intentaron recolectar el combustible de la pipa volcada, sin respetar el perímetro de seguridad establecido por Protección Civil.

Sobre la volcadura del camión cisterna, las autoridades de justicia determinaron que “un asalto” fue la principal hipótesis de la causa del accidente.

Ileana pronto se irá de Palo Mulato, viajará a la Ciudad de México donde le espera la llegada su madre. La pobreza y el olor de gasolina que se respira en esa zona le perturba, le provoca mucho temor.

“Ese olor me da miedo y me recuerda lo que soy. Estoy arrepentida”, dice.

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