Lo que siente Igor Lechtchenko es indescriptible: Yuliya, su ex esposa, y su pequeña hija, Valeria, fueron asesinadas y la presunta culpable es su hija mayor, Anastasia. Pero él no puede juzgarla, aún no, porque ni siquiera ha podido entrar al penal donde está o ver el expediente.

“Su abogado sigue sin comunicarse conmigo, voy a intentar hablarle otra vez para ver si ahora sí accede a atenderme. Porque la última vez me dejó plantado, dijo que tenía un compromiso”, señala en la primera entrevista que concede a un medio de comunicación luego de que le dictaran a Anastasia auto de formal prisión.

Igor se ve decaído, la mirada al piso; incluso camina un poco encorvado. Ahora su figura contrasta con esas fotografías viejas donde posa con su traje de bailarín con el pecho erguido y una gran sonrisa. Hoy, Igor sólo sonríe de vez en vez, cuando recuerda su vida pasada en el circo, en Rusia.

“Me acuerdo cuando fuimos a Rusia, Anastasia tenía dos años y nunca había visto la nieve. Se metía en las bolsas de su pantalón bolas de nieve como queriendo llevárselas. Era una princesa con su pelo dorado”, narra.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Igor Lechtchenko asegura que lo único que anhela es ver a su hija mayor, Anastasia, para preguntarle qué fue lo que pasó, cuál es la verdad tras el asesinato de su esposa e hija. Y es que la joven asegura que su primera confesión es una mentira, y que fue obligada a declarar bajo torturada y tras ser abusada sexualmente.

Igor dice que sería imposible que imagináramos como se siente. No existen palabras o definiciones en un diccionario para expresar lo que está viviendo: “No sabes qué más quisiera yo... a mi, como padre, me gustaría que sea así como ella está declarando ahorita. Yo me niego de creer que la primera declaración es cierta”.

Igor asegura que el abogado de la joven, Gabriel Celestino, no contesta sus llamadas y la única que vez que iban a encontrarse para fotocopiar su expediente, nunca llegó. Igor esperó ansioso en una papelería y tras una hora lo llamó, pero Celestino dijo que tenía un compromiso.

“No entiendo quién lo contrató, primero dijo que los amigos de mi hija, pero eso no es cierto porque yo pregunte a todos y nadie sabe. Después dijo que la embajada rusa lo había contratado, pero yo ya constaté que eso es una mentira”, explica.

No sabe de dónde salió el abogado que le ha negado la información sobre la muerte de su hija y esposa, por eso es urgente que vea a Anastasia; quiere saber cómo se involucró en el caso.

Comunicarlo a sus familiares en Rusia, lo más difícil. Para Igor, un bailarín y acróbata ruso que llegó a México hace más de 20 años, lo más difícil que ha hecho en su vida fue comunicar a la familia de Yuliya, en Siberia, lo que pasó.

“Yuli tiene a su hermano y su mamá, pero su mamá estaba hospitalizada. Su hermano me dijo ‘yo quiero ir, pero no puedo dejar a mamá ahora’”, paradójicamente, el hermano de Yuliya es policía investigador especializado en mafias rusas.

“Me hace preguntas especificas de cuando identifiqué los cuerpos, cómo estaban. ‘No te quiero contar’, le dije. Y el me contesta que ese es su trabajo, y sigue haciendo preguntas especificas y yo no sé”, dice consternado.

Igor explica que la familia Yuliya finalmente tomó una decisión: las cenizas deben permanecer a lado de la pequeña Valeria, en México, con él. “Estoy viendo qué podemos hacer, dónde podemos colocar (las urnas) para tener donde platicar”, asegura.

Ahora Igor está consternado por la burocracia mexicana. Primero, para entregarle el cuerpo de Yuliya, le solicitaron que consiguiera su acta de nacimiento original rusa y después la apostillara. Ahora para ingresar al penal, le exigen el mismo requisito. “No tienen idea de lo que es hacer eso”.

El crimen. En la sala de la oficina de su abogada, Xóchitl, una mujer de voz fuerte que te habla directo y sin rodeos, está sentado Igor Lechtchenko. Se sienta cómodamente. Lleva unos pants color azul con el logo de la selección de Baja California.

Platica de otros temas con ella, como que uno de sus alumnos va a competir en los juegos panamericanos, porque Igor es profesor en un de los Centros de Alto Rendimiento más importantes de México, localizado en Tijuana. También da clases de baile en una academia localizada en la zona este de la ciudad.

Ya se cansó de hablar del día del crimen por la impotencia de no saber qué responder; no sabe nada aún. Aunque sí recuerda que una semana antes del asesinato, sacó a Anastasia de un centro de rehabilitación por consumo de drogas.

“Yo la saqué el día primero de junio. La llevé a la casa y le dije que no trabajara, que se relajara y que en una semana regresaba para platicar tranquilos”; una semana después, Anastasia declaró que desmembró los cuerpos de su madre y hermana.

Igor empezará los trámites para poder ingresar al penal de La Mesa en Tijuana, donde se encuentra recluida su hija de 19 años. Lo único que quiere es verla, sentarse frente a ella y preguntar, preguntar tantas cosas.

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