Resulta ya un lugar común asociar el ruido y sonoridades urbanas a los motores de los vehículos, de sus escapes, cláxones, sirenas, alarmas, altavoces, así como a las naves que sobrevuelan como helicópteros, aviones y demás dispositivos. Los anteriores artefactos suelen acompañar nuestro vaivén cotidiano en el escenario urbano en sus espacios exteriores o a cielo abierto, son ante todo generadores de ruidos y no precisamente de sonidos armónicos, y de alguna u otra manera los hemos asimilado como una característica urbana.