Imagine que un día cualquiera los capitalinos amaneciéramos con la noticia de que las mujeres ya no pueden decidir sobre su cuerpo y, peor aún, que serán encarceladas.
En este mismo ejercicio, imagine que su matrimonio es anulado por el solo hecho de haber elegido a una persona de su mismo sexo y esto no le parece a alguien más.
Imagine que su madre, hija o hermana dejen de percibir el apoyo económico para sus hijos que, por obligación, deben aportar sus maridos sin ser sancionados ni obligados a hacerlo.
Esto suena como una pesadilla, pero podría pasar.