La semana pasada, estimados lectores, les hablaba de la corrupción universal y eterna, pero tenemos también ejemplos de incorruptibles; no estoy pensando en Robespierre porque, si bien fue El Incorruptible, fue a la vez terrorista. Se dan muchos casos, especialmente al principio de los regímenes. Así, cuando se fundó el Estado de Israel, su flamante Secretario de Relaciones, Moshe Sharett, hizo algo que en aquel entonces parecía normal: vendió su departamento. Como ministro ocupaba una residencia oficial, modesta por cierto.