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”Olé”, gritan. ”Olé”, otra vez. No, no es la Plaza de Toros. En el escenario aparece Manuel Reyes y sin música, el bailarín comienza a agarrar su propio ritmo.

El tacón suena y lo hace fuerte. Mientras sus pies y piernas danzan con fuerza, Reyes dota de dramatismo a su interpretación. A pesar de que su show se llama Tan Solo, el español está entre amigos, quienes le reconocen sus habilidades y le gritan cual torero inspirado.

El Lunario se dejó apoderar de la pasión del flamenco. La fuerza de la interpretación de Reyes no pudo ser contenida ni cuando el micrófono se cayó y fue arrancado de sus ropas.

Cuando llegó el turno de Erika Suárez el ambiente de los asistentes era de júbilo. Se habían dejado contagiar de la fuerza y el ímpetu. Más tarde, Erika y Manuel estarían juntos e igual despertarían emociones en el publico. El juego de los pies y las manos, mientras los cantos se fundían con las guitarras, era igual de apasionado.

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