La maquinaria política y gubernamental en México, como la de cualquier democracia, necesita de la colaboración activa de todas sus partes para funcionar óptimamente. Por ello, sólo cuando ha existido diálogo entre todas las facciones ideológicas, primero, y consenso como resultado de éste, después, es que se han podido emprender cambios benéficos y de gran calado para nuestro país.

La discrepancia, por supuesto, también es ingrediente indispensable en democracia, pero la capacidad de negociación debe ser la materia prima principal de la política. Hoy en el caso mexicano, sin embargo, esto está lejos de ser así.

Y ayer que el presidente Enrique Peña Nieto ofreció un mensaje a la nación con motivo de la entrega de su 5to Informe de Gobierno, lo confirmó. Además de resaltar la labor realizada en rubros como seguridad, salud y pobreza, y de hacer alusión a temas de gran interés nacional como la renegociación del TLCAN actualmente en proceso, el titular del Ejecutivo federal llamó enfática y reiteradamente a la conciliación política. “Hacer política —dijo— significa sumar a todos en favor del interés nacional”.

Por el actual contexto político de nuestro país, el mensaje del mandatario mexicano no parece casual. Hoy nos encontramos inmersos en la carrera a 2018 por la Presidencia de la República y también están en juego asuntos cruciales para el futuro de México, como la situación de inseguridad que aqueja tantos puntos del país —“las debilidades institucionales en algunas regiones también representaban un desafío para la plena vigencia del Estado de Derecho”, aseveró EPN—, o la propia renegociación del TLCAN, temas en los que, además, no ayuda el gran desprestigio que enfrenta la clase política, abonado diligentemente por sus protagonistas.

Evidencia de lo anterior es que, como lo ha venido dando a conocer EL UNIVERSAL, los últimos días han sido de gran efervescencia política, lo que mantiene por falta de acuerdos a una de las Cámaras del Congreso de la Unión, la de diputados, sin presidente, y a la otra, el Senado, con un titular de la Mesa Directiva no reconocido por su propio partido.

Las posturas de los dirigentes partidistas no deben ser usadas para resolver asuntos personales, antes debe de estar el beneficio de la sociedad.

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