México es ya la nación con mayor tasa de sobrepeso y obesidad en adultos entre los países de la OCDE, según el informe Panorama de la Salud 2017.

Entre otras cosas, el documento evidencia el fracaso rotundo en la lucha contra la obesidad en el mundo, ya que de años para acá este indicador ha venido aumentando en decenas de países: 54% de adultos de las naciones de la OCDE tiene sobrepeso, y 19% de éstos obesidad. En México en particular, la tasa de obesidad es de 33%, la segunda mayor del organismo, muy lejos del promedio que es de 19.4. En otras palabras, en nuestro país uno de cada tres adultos padece obesidad. Y si a esto sumamos el índice de sobrepeso, se llega a 73%, ubicándose México incluso por encima de EU.

El dato no sorprende, pues teníamos años siendo el segundo país de la OCDE en este listado, justamente sólo por debajo de EU, pero no por ello debería ser tomado a la ligera.

Siendo realistas, pese a las campañas que se han emprendido contra esta enfermedad, era cuestión de tiempo que México encabezara la lista debido a los indicadores de consumo y hábitos de los mexicanos, así como a la convergencia de otros fenómenos estrechamente ligados al sobrepeso y la desnutrición, concretamente la desigualdad y la pobreza.

Ante esta cruda realidad, que de paso evidencia la inutilidad de las diversas regulaciones a productos como bebidas azucaradas y productos no saludables que se han implementado en años recientes, queda cuestionar al gobierno acerca de la estrategia que implementará, más allá de campañas informativas e impuestos, para echar atrás una tendencia que, hoy por hoy, es un enorme problema de salud pública, y también una bomba de tiempo para el sistema de seguridad social.

Una prueba de ello es que México tiene la prevalencia más alta de diabetes, también entre los países de la OCDE, algo directamente relacionado con la obesidad y el sobrepeso.

Al nivel en que se encuentra hoy, este problema hace necesaria la actuación conjunta de los tres niveles de gobierno —en la que la SEP tendría un papel central—, de los medios de comunicación, la iniciativa privada y todas las familias mexicanas.

Aunque buena parte de la solución a este problema —reflejo de la cultura alimenticia y sedentaria en México— se halla en lograr realmente concienciar a la sociedad sobre lo perjudicial del sobrepeso, por los males que acarrea, el problema no termina ahí, pues una de las principales causas de este mal es la pobreza, que deviene en desconocimiento y una mala alimentación.

Y es claro que la desigualdad económica se replica en otras desigualdades, como el acceso a la salud. Quienes menos tienen son también entre quienes mayor sobrepeso y obesidad existe.

En este sentido, aspirar a ser una sociedad sin sobrepeso pasa también por combatir, a la par, la pobreza y la desigualdad.

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