Rumbo a las elecciones presidenciales del próximo año, el Instituto Nacional Electoral (INE) admite que ha habido intentos de penetrar el sistema informático electoral del país. La advertencia es relevante a partir de la amenaza creciente que los ataques cibernéticos representan en todo el mundo, no sólo en el ámbito de la política, sino de los negocios e incluso de la seguridad. Recordemos que hoy día hasta las armas nucleares están controladas por computadoras conectadas a una red.

Como escribió Javier Tejado el martes pasado en este diario: en países como Estados Unidos, Austria, Alemania, Francia, Países Bajos, Finlandia y Ucrania, hackers “han hecho una combinación de acciones que van desde contratar publicidad en medios digitales y redes sociales (Facebook, Twitter y Google), robo de información, alteración de padrones electorales, generación de noticias falsas, creación —por medios de granjas de bots— de Trending Topics, clonación de dominios de internet (phishing) y ataques masivos a servidores (denegación de servicio, DDoS), entre otros”.

Si bien el INE también dice que está preparado para enfrentar este tipo de ataques, debe advertirse que muy probablemente las autoridades electorales de los países antes mencionados tenían un diagnóstico similar sobre su propio nivel de vulnerabilidad.

No basta con mecanismos tradicionales de protección cuando hablamos de sistemas informáticos conectados a la red global, porque en el mundo de la delincuencia y el hackeo también hay innovación.

Para empezar, habría que pedir al INE no sólo confiar en la fuerza de sus propios desarrolladores, sino buscar mecanismos de acción preventiva con las grandes empresas que dominan el flujo de información en el mundo del internet, destacadamente Google y Facebook. Esas empresas ya tienen, por ejemplo, herramientas de identificación de noticias falsas en países como Alemania, Francia y Estados Unidos, ¿por qué no exigir que ocurra lo mismo en México?

Aun si suponemos que no hay hacker capaz de sumar o restar votos a un candidato determinado —en algo ayuda todavía tener boletas electorales en papel—, la sola difusión masiva de datos falsos o la caída temporal del sistema de conteo preliminar generaría una tremenda incertidumbre sobre el resultado de la elección de 2018.

Con todo y el umbral de impredictibilidad inherente a internet, el INE está a tiempo de recurrir a todas las opciones disponibles con tal de que la palabra “fraude” no vuelva a ensombrecer una elección presidencial.

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