Cambiar de sexo tal vez sea una de las experiencias más duras que un ser humano puede vivir. Al torbellino de cambios bioquímicos y fisiológicos en el cuerpo y el estado de ánimo, debe sumarse el hecho de comenzar a ser objeto de violencia, estigmatización, exclusión, discriminación y acoso en prácticamente todos los escalafones de la sociedad, desde el educativo y laboral hasta el médico.

Por ello el respeto y la protección de los derechos de las personas transgénero es todavía una asignatura pendiente en todo el mundo, a pesar de haberse registrado importantes avances en términos sociales y legales en Europa, Estados Unidos y en algunos países de Latinoamérica, México incluido.

A las personas transgénero los distintos Estados les siguen debiendo garantías para el pleno acceso a todos sus derechos. Hoy por hoy siguen siendo uno de los colectivos más vulnerables alrededor del mundo al ser uno de los blancos principales de los llamados crímenes de odio y enfrentar niveles abrumadores de pobreza y violencia.

Algo que debería preocuparnos a los mexicanos es que la mayoría de los asesinatos durante el último periodo de estudio tuvieron lugar en Brasil (171) y México (56). En Europa, Turquía es el país de mayor riesgo, con 44 casos. Francia, Italia, Portugal y España, los principales receptores de migrantes transgénero procedentes de África y Sudamérica, también tuvieron fatalidades. En EU, por su parte, los transgénero son una de las miniorías mas violentadas. La combinación de transfobia, misoginia y racismo es un cóctel que despierta la intransigencia más brutal y violenta.

Es pues evidente que los avances que se tienen hasta ahora no son suficientes. La cuestión central es desarrollar planes de acción con medidas específicas a cada contexto para atender las necesidades de estos grupos. La visualización pública del transgénero debe servir para paliar una realidad de vulnerabilidad alarmante. Se deben sumar esfuerzos para fijar estándares a nivel internacional, leyes específicas de prohibición de discriminación contra la población transgénero y que tipifican los crímenes por identidad de género.

Además y muy relevante, este tema está cada vez más asociado a los derechos de los niños, lo cual está sumando a la lucha organizaciones defensoras de la infancia, afirman expertos.

En última instancia, se requieren normativas de reconocimiento de la identidad de género —que no es un desorden— basados en la autodeterminación de las personas, de las cuales ya hay notables ejemplos, como Noruega, que ha roto tabús reduciendo hasta los 7 años la edad en que un niño puede definir su género, con el previo consentimiento de sus padres.

El próximo paso es entonces seguir abogando por el reconocimiento legal de género basado en la autodeterminación.

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