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Están en una banqueta, en un jardín o en un parque. El más reciente censo realizado por autoridades en la capital del país registró 4,354 personas en esa situación. Muchas han elegido esa vida, otras no tienen una opción distinta. Son personas en situación de calle, un problema que no es exclusivo de la Ciudad de México, y se encuentra en las principales capitales del país.
El problema se agrava cuando no son solo hombres o mujeres —ancianos o adolescentes— los que hacen del espacio público su hogar, sino familias con hijos.
El problema alcanza así a varias generaciones.
EL UNIVERSAL presenta hoy información que da cuenta de una pareja con dos hijas que un día hacen de una banca en el centro de la ciudad su “hogar” y al día siguiente puede ser cualquier otra zona de la ciudad. Las menores acuden a una casa hogar donde reciben alimentos y realizan actividades bajo un formato escolar.
¿Qué tiene que ocurrir en la vida de una persona para que no haya más opción de vida que la calle? ¿Y cuáles fueron las opciones que la sociedad le ofreció para no llegar a ello?
Grupos defensores de la infancia son contundentes: Ser una niña o niño que crece en la calle es el símbolo del fracaso del Estado.
Permitir esa situación es condenar a cientos o miles de menores en el país a que las condiciones de carencias se sigan reproduciendo.
Organizaciones nacionales e internacionales pugnan por una solución para muchos de los problemas de desigualdad: la oportunidad para todos los niños de que sus vidas arranquen en las mismas condiciones.
El acceso a la salud, alimentación, hogar y educación influye de manera decisiva en alcanzar sociedades con mayor desarrollo. Un inicio desigual en la vida marca irremediablemente el futuro de cada ser humano.
En todas las sociedades hay grupos considerados minoritarios por sus gustos, preferencias, habilidades y un sinnúmero de razones más. Pero en todas hay también grupos que además de ser minoritarios parecen no tener un lugar visible en la comunidad.
Algunas ocasiones son ellos los que se esconden y en otras es la sociedad la que usualmente desvía la mirada para no percatarse de esa situación. Es tiempo de voltear a verlos. La exclusión no debe ser opción.