Cada vez que una aeronave despega o aterriza en la terminal aérea de la Ciudad de México, los usuarios pagan la Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA). Por cada vuelo nacional, el pasajero eroga 23.80 dólares; si el traslado es internacional, el costo aumenta a 45.20 dólares; esta tarifa es la segunda más cara en el mundo, después de la terminal de Heathrow en Londres.

En todos los aeropuertos la finalidad de la cuota es el mantenimiento y ampliación de las terminales, pero no ocurrirá así en la capital del país, pues los recursos que se obtengan por ese concepto durante los próximos 19 años servirán para liquidar la deuda que dejó la cancelación del proyecto de Texcoco.

¿Cómo se garantizará el mantenimiento oportuno y constante de obras para mantener a la terminal aérea con la calidad requerida para ofrecer seguridad a los millones de usuarios que cada año utilizan sus instalaciones?

La terminal presenta saturación desde hace varios años. En 2014 la autoridad aeronáutica fijó un límite de 61 operaciones por hora con un máximo de 40 llegadas, pero a pesar de eso en 2018 movió casi 48 millones de pasajeros, muy arriba de la cifra de 32 millones para la cual estaba inicialmente diseñada.

Los recursos de la TUA están etiquetados para asignarse al pago de inversionistas que habían adquirido bonos para la construcción de la terminal en Texcoco, por lo tanto, la infraestructura que se necesite tendrá que venir principalmente del presupuesto federal.

El elevado costo de la cancelación del proyecto de Texcoco, además de una carga financiera para las finanzas públicas, se vuelve también un freno para realizar mejoras en el aeropuerto capitalino. En el plan del gobierno federal, las operaciones en la terminal de la ciudad se mantendrán sin cambios.

Lo oneroso de la cancelación y la cancelación de oportunidades por ese motivo es lo que –entre otros factores– ha llevado a calificadoras internacionales a alertar de los riesgos para la economía.

El constante mantenimiento que demanda el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México es obligatorio ante sus niveles de saturación, pero sin recursos inmediatos para este fin, la incomodidad y los retrasos aumentan, lo que eventualmente puede alejar a pasajeros internacionales. Hay tiempo para impedir un declive.

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