Con un tenis de otro mundo, el suizo Stanislas Wawrinka le cerró al serbio Novak Djokovic las puertas del cielo al apabullarlo en la final del Abierto de Francia y conquistar de paso su segundo título de Grand Slam.

Wawrinka, que asciende del noveno al cuarto lugar del ranking, frustró el sueño de Djokovic de completar la “carrera Grand Slam” en una final emocionante y que terminó con un 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 después de tres horas y 12 minutos de espectáculo sobre la arcilla parisina de Roland Garros.

El suizo consiguió el segundo grande de su carrera tras el Abierto de Australia 2014, donde superó al español Rafael Nadal. Con dos títulos de dos finales —ambas ante el número uno del momento—, el currículum de Wawrinka en los partidos decisivos de los Grand Slam está inmaculado. El tenis que desplegó en el estadio Philippe Chatrier fue casi igual de impecable.

“Estoy sorprendido de mi tenis, jugué increíble”, dijo Wawrinka, de 30 años y campeón este año en Chennai y Rotterdam antes de asaltar París. El de ayer fue su décimo título, el quinto sobre arcilla.

“Nunca esperaba llegar tan alto en mi carrera, ser tan fuerte”, añadió el trigésimo tenista en ganar al menos dos grandes en la era abierta.

Agresivo, por momentos violento, certero y dominador, Wawrinka aplastó en varias fases del encuentro a Djokovic. El serbio, impotente, vio cómo se esfumaba su gran objetivo.

Ganar Roland Garros es casi una obsesión —y una maldición— para el número uno. Ayer perdió su tercera final y dijo adiós a la posibilidad de convertirse en el octavo hombre de la historia en completar la “carrera del Grand Slam”. Ahora tendrá que esperar, al menos, hasta 2016.

Pero era este año el señalado en rojo. Porque era el gran favorito, porque llegaba en su mejor forma, porque había ganado sus últimos 28 partidos y porque en cuartos había batido al español Rafael Nadal, nueve veces campeón y el hombre que lo había vencido seis veces en París.

“Por supuesto que estaba más nervioso que en ningún otro partido. Es la final de Roland Garros. Los dos sabíamos la importancia del partido”, dijo el serbio, que estuvo a punto de echarse a llorar en la premiación.

“Hay algo que es seguro, hoy [ayer] había dos jugadores que querían ganar el trofeo, no sólo yo. La gente quería crear una historia de que yo era el único que quería ganar el trofeo”, dijo. “Parece como si nadie quisiera ganar el título más que yo. Eso es completamente falso. Todos lo queremos ganar”.

Hasta ayer, Wawrinka sólo había ganado una vez al número uno del momento. Fue en la final de Australia 2014 ante Nadal. Ayer fue en otra final, otro escenario grande donde se encumbró a base de atormentar y desquiciar a un Djokovic que llegaba lanzado: 28 victorias seguidas y cinco títulos en el bolsillo en 2015.

A las tres horas y cuatro minutos de partido llegó el primer match point. Wawrinka lo desaprovechó, pero en el segundo sí fue certero. Un revés paralelo, marca de la casa, y la Copa de los Mosqueteros asegurada.

“Desde hace dos años he cambiado de categoría. Cuando comienzo a ganar y avanzar es raro que haga malos partidos. Tras la semifinal sabía que no haría mala final. En esos momentos gano mucha confianza”, dijo el suizo.

Pese a este triunfo, Wawrinka aseguró que no se siente parte del llamado ‘Big Four’, formado por Djokovic, Roger Federer, Rafael Nadal y Andy Murray. Raquetas que han dominado en la última década.

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