Con motivo de los cien años del movimiento socialista que estableció en su programa bolchevique la famosa consigna “paz, pan y tierra”, que vino a reconocer a la clase trabajadora su verdadera aportación en el progreso de la humanidad, el Instituto Nacional de Ciencia Penales realizará una serie de publicaciones conmemorativos.

Destaca la nueva edición de la importante obra Actuaciones ministeriales en el homicidio de Leon Trotsky (Inacipe), del reconocido criminólogo Martín Gabriel Barrón Cruz, trabajo de investigación que enfatiza el papel central que tuvo el fiscal a cargo de averiguar la muerte del ilustre pensador soviético.

Como ha sido difundido, por tratarse de un atentado iconográfico, el 20 de agosto de 1940 el español Ramón Mercader del Río, quien pretendió llamarse falsamente Jacques Mornard, asesinó a Lev Davidovich Bronstein Trotsky, en su casa de Coyoacán, en la Ciudad de México, luego de clavarle un piolet en la cabeza, herida que le quitó la vida al día siguiente.

En la segunda edición de la citada obra, Barrón Cruz, con la colaboración del connotado filósofo Gregorio Luri Medrano (Azagra, Navarra), revelará importantes hallazgos hasta hoy inéditos sobre ese trágico evento, que se ejecutó por las órdenes directas de Joseph Stalin, lo cual abrirá nuevas vías de investigación.

Con El cielo prometido: una mujer al servicio de Stalin (Ariel) a sus espaldas, que dedica a Caridad Mercader, también conocida como la Pasionaria Catalana, Luri reincide en la hipótesis de que ella —como madre de Ramón— lo reclutó para asesinar a Trotsky, pero por miedo a que él cayese en el frente de batalla, tal como había sucedido con su hijo Pablo durante la guerra civil española.

Apartándose de la rigidez de la historiografía, el profesor aprovecha para llevar a cabo un minucioso examen de las motivaciones de tres personas relacionadas íntimamente con Ramón.

En primer lugar presenta a Lusina Fernández, una niña de la guerra y viuda de Vicente Carrión —amigo de Ramón— quien sostiene que éste pudo haber enfermado fatalmente, para morir de cáncer óseo en 1978, gracias a un reloj pulsera que le regaló la KGB, conjetura en la cual siempre creyó su propio hermano Luis Mercader.

De Magdalena Imbert Lizarralde Lena, novia de juventud de Ramón, además de subrayar su permanente sacrificio en favor de la revolución comunista —al momento del asesinato de Trotsky estaba en Moscú—, revela que ella, al saber la noticia por medio de Luis Mercader, dedujo la participación de Ramón en el homicidio.

No obstante, el hecho más relevante con atención a Lena, es la insinuación de Luri de que ella no había muerto en 1943 de tuberculosis —como se había especulado— puesto que su certificado de defunción no fue firmado, sino que pudo haber sido asesinada para dejar libre de afectos inútiles a Ramón, por lo que bien pudo tratarse de otra víctima de Stalin.

Por último, en su puntual recorrido sobre uno de los crímenes más recordados de los anales mexicanos, Luri apunta que todavía debe investigarse la inesperada muerte del fiscal Francisco Cabeza de Vaca Acosta, quien desde el inicio de su compleja labor como responsable de la investigación del homicidio de Trotsky, tuvo la firme convicción de que Ramón no había actuado en solitario, sino con entrenamiento y apoyo de una compleja cobertura.

Tristemente mi entrañable abuelo, luego de ser amenazado en varias ocasiones, impugnó la liberación de Sylvia Ageloff —la novia que facilitó el acercamiento fatal a Trotsky—, falleció en circunstancias sumamente sospechosas, horas después de ser aparentemente punzado con una extraña sustancia, junto con su secretario auxiliar, quien por su parte quedó parapléjico, de forma inexplicable.

Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014

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