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Claudia Piñeiro atiende siempre una regla autoimpuesta: trata de distanciarse de su novela anterior, de desafiarse y desafiar al lector. En su más reciente historia, Una suerte pequeña, una mujer vuelve a Argentina tras 20 años de ausencia, pero la que regresa no es la misma ni el país es el mismo. Aunque intenta distanciarse de sus novelas pasadas, siempre recae en la línea y la estructura de la novela policíaca.

Su protagonista se confronta con su pasado, con la memoria, con el destino del que logró huir, pero la suerte quiso llevarla de vuelta a casa. “Esta mujer es muy distinta a las anteriores, no es como, por ejemplo, Betibú, que es de armas tomar, es otro tipo de mujer. Trabajé mucho no sólo la composición del personaje sino pensarlo antes de la novela, de qué familia viene, por qué ella, que ha sufrido mucho daño, toma decisiones que no son quizás las que yo tomaría; tenía que comprender quién era y de dónde venía”.

La narradora argentina tiene siempre una premisa: ponerse en los zapatos de sus personajes para poder caminar con ellos. “Tenía que conocer su pasado, quién era su madre, de dónde venía, cuál era su relación con la maternidad anterior a la que ella tiene”, dice la autora que aplica en el delineado de sus personajes una enseñanza aprendida en su carrera como guionista: “Tuve una maestra excepcional que se llamaba María Inés Andrés y ella nos obligaba, inclusive si hacíamos un guión de televisión, a buscar el pasado de los personajes, respondíamos una especie de cuestionario de Proust, desde cómo se visten o cómo hablan, hasta quiénes eran sus padres, donde vivía, cómo era su familia anterior y cómo su familia actual, dónde vivía cuando era chico y dónde ahora, qué hace cuando se encierra en el baño y se mira al espejo, cuál es su conflicto, pero también cuál es su contradicción”, señala Piñeiro.

Esa enseñanza la aplica en sus personajes, es como darles mayores posibilidad que sólo cumplir una función en escena, de entra, sale, dice y se va.

“Esa es una gran enseñanza y entonces yo en las novelas, por más que sean personajes secundarios y los investigue y use o no necesariamente su historia en la novela, necesito saber su pasado para conocer mejor al personaje, para poder darle tridimensionalidad”, explica.

Lo que Piñeiro quería en Una suerte pequeña (Alfaguara) era no ser atrapada por la novela policial, para tener la libertad de ir por otros lugares. “Entonces todo el tiempo me estaba cuidando de no ir a ese lugar, creo que tiene mucho suspenso pero es de otro tipo, no policial”.

La autora asegura que aunque ha explorado la intimidad femenina, nunca había indagado tanto en las profundidades de su propio ser. Reconoce que esta novela en particular tiene mucho trabajo sobre la mujer, sobre el rol social de la maternidad, “esa cosa que todas las mujeres debemos ser madres y debemos ser buenas madres y quizás hay mujeres que no quieren ser madres y se sienten incómodas de decirlo porque son tachadas, y hay mujeres que tienen un hijo y no saben lo que tienen qué hacer y uno va aprendiendo sobre el error”.

Agrega que “cuando estás escribiendo, aunque nada es autobiográfico, todo tiene algo de uno y uno busca en sus propios sentimientos y a mí me parece que en esta novela yo bajé a profundidades del sentimiento mayores que en otras. Creo que tiene que ver con que cuando estaba escribiendo esta novela tuve una trombosis cerebral y estuve como 10 días en terapia intensiva y cuando dejé el hospital había cosas que no podía hacer, no me dejaban manejar, no me dejaban trabajar, lo único que podía hacer era seguir escribiendo la novela”, señala.

Así fue que durante la convalecencia terminó de escribir la novela. “La escribí en ese estado como convaleciente, había estado muy cerca de la muerte, uno enfrenta cosas a las que no había estado enfrentada, creo que cuando retomé la novela me enfrenté con cosas que no tenía pensadas”, cuenta.

A la narradora nacida en Buenos Aires, en 1960, le gustó trabajar ese dolor profundo de su protagonista y repararlo aunque fuera una reparación pequeña. “Los dolores pasados no se reparan del todo, no es que vas a recuperar al ser querido, pero si que vas a hacer algo positivo con esa situación. Transitar con ella ese camino fue muy reparador para mí también”.

Ahora, Claudia Piñeiro está por concluir su nueva novela, en la que los protagonistas centrales son más hombres que mujeres. Cuando la terminó de escribir se dio cuenta de que las dos mujeres más importantes de la novelas estaban bastante mal delineadas. “Me había olvidado de ellas y reescribí muchas cosas relacionadas con ellas para que estén mejor delineadas. Además es más una sátira y hay más de humor”.

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