La francesa Muriel Barbery asegura que escribir su nueva novela, La vida de los elfos, fue como andar en un sueño, una sensación que traslada al lector en esta obra en la que se entremezclan los géneros y en la que, asegura, dar rienda suelta "a la imaginación más loca".

Tras vender seis millones de ejemplares de La elegancia del erizo, que escribió hace nueve años, Barbery presentó hoy en Madrid La vida de los elfos, editada por Seix Barral, en la que se reencuentra, a través de sus dos protagonistas, dos niñas, con una parte del encantamiento de la infancia.

"Busco permanentemente encontrar una forma de encantamiento que es característico de esa edad. Con mis años ya he perdido mucha de mi inocencia pero intento, a través de mis personajes y de mis textos, reencontrar una parte de ese encantamiento de la vida", indicó en una entrevista.

María, una niña que vive en un pueblo recóndito de la Borgoña, y Clara, otra niña enviada a Roma para desarrollar su don prodigioso para la música, tienen en apariencia muy poco en común, aunque entre ellas tienen un vínculo secreto, estar en contacto con el mundo de los elfos, un mundo de arte y armonía con la naturaleza que proporciona a la vida de los hombres su profundidad.

Y solo ellas, unidas, podrán hacer frente a una gran amenaza que se cierne sobre la humanidad.

La vida de los elfos es "la primera parte de un binomio", indicó la autora francesa, a la que le gustaría que la segunda fuera muy diferente.

Como muy diferente es de sus anteriores novelas, en concreto de su exitosa La elegancia del erizo: "Cuando se ha tenido un éxito así, ¿por qué reproducir eso?. No tiene sentido. Puedo hacer lo que quiero y esa libertad me encanta", afirmó Barbery.

Explicó que es difícil no sentir la presión después de haber tenido tal éxito ya que "cuando un libro da tantos placeres a los lectores se entiende que quieran reencontrarlos, pero la escritura no funciona así", señaló.

Confiesa que la impresión que tuvo escribiendo fue "como avanzar en un sueño en diferentes partes que aparecían y que se iban articulando sin saber muy bien cómo", que es el estado que intenta alcanzar cuando se dedica a la literatura, "un estado a la vez de abandono total y de intensidad, como el que se puede tener soñando".

Los jardines de Kioto en Japón, donde vivió dos años, y que califica de "élficos", desencadenaron la idea de esta novela, en la que habla de belleza, de naturaleza, de arte.

Pero situar a los elfos en Japón fue "un desastre" por lo que, al volver a su campiña francesa, decidió ambientar la novela en esa tierra, en la que transcurrió su infancia y adolescencia.

Esa época de su vida en el campo "hizo anidar en mí -dijo- el amor por el paisaje y por las personas que habitan la tierra. Además en la literatura francesa muchos autores que me gustan hablan del vínculo de las personas con el campo, con la fuerza de la tierra y en esa tradición me inscribo", indicó.

Aunque ha hecho una pausa tras esta primera parte, ya que necesita "buscar, absorber, y digerir", señaló que intentará finalizar la segunda, en la que habrá una guerra, "lo más rápido posible".

sc

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