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Aun cuando todavía están en el proceso de autoevaluación cualitativa y en el cruce de datos sobre el impacto que tiene en México la animación a la lectura, la hipótesis con la que el Programa Nacional de Salas de Lectura llega a dos décadas de trabajo es que se trata de uno de los mejores caminos para hacer fomento a la lectura.

En este momento funcionan 2 mil 318 salas de lectura en el país, unas 70 por cada entidad de la República; existen además 315 Paralibros que son pequeños libreros en paradas de autobús, en parques o plazas públicas; hay 15 Librobicis dispuestos sobre todo en las líneas fronterizas y 14 Centros de Lectura dotados con acervos de entre 300 y 700 libros, así como con tecnologías de la información.

Sin embargo, a 20 años de su creación, y teniendo hoy en día 2 mil 500 mediadores capacitados a través del Diplomado para la Profesionalización de Mediadores de Lectura, que da la Universidad Autónoma Metropolitana; de que a finales del año esperan tener 600 nuevos espacios abiertos; y a pesar de que se han cerrado convenios interinstitucionales con Infonavit, ISSSTE y la Secretaria de Desarrollo Social para ampliar los lugares de lectura, este programa sigue a la espera de los resultados de varias mediciones nacionales, para reforzar las acciones de aquí a 2018, es decir, en los últimos tres años de la actual administración.

Desde principios de 2014 y en lo que va de 2015, se han emprendido distintas iniciativas para definir si van bien, regular o mal las políticas públicas de fomento a la lectura y saber si México ha avanzado en el 2.9 libro al año leídos por sus ciudadanos. De ahí que la medición principal es la Encuesta Nacional de Lectura 2015, que se presentará en breve y que le da continuidad a aquella que se realizó en nuestro país hace nueve años.

Pero además está la Consulta Ciudadana que se hizo a través de Internet, que entre sus principales resultados arroja que hay un sector de ciudadanos, el de los estudiantes jóvenes, muy interesando en hacer fomento a la lectura de manera voluntaria.

A esa medición se sumará el Banco de Datos de Buenas Prácticas de Fomento a la Lectura, que dará cuenta de todas las iniciativas públicas, privadas y de la sociedad civil que se hacen en México para crear lectores.

Además, el cuarto de los instrumentos de medición que realiza el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) a través de la Dirección General de Publicaciones (DGP), mucho por instrucción del Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, es el Atlas de Infraestructura de Acceso a la Lectura.

Se trata de un proyecto que aunque apenas está en la fase de recopilación de información, permitirá descubrir dónde están los puntos de acceso a la lectura. “El sueño es que tú estés parada en una esquina y sepas dónde puedes encontrar un Quijote de forma gratuita, saber en ese momento quién me lo presta, dónde lo compro, dónde lo descargo. Imagínate esa herramienta. Es parte de estos insumos; desde luego hay que procesar esta información que nos ayudarán a crear los nuevos indicadores, cuáles son nuestras metas, nuestros objetivos de aquí al 2018”, señala Angélica Vázquez del Mercado, directora general de Fomento a la Lectura del Conaculta.

La funcionaria asegura que llevan año y medio haciendo este trabajo y los resultados los presentarán en breve. “Junto con la Encuesta Nacional de Lectura 2015 que se está procesando ya para presentar los informes finales pronto, se hizo un estudio cualitativo de estas comunidades lectoras; eso no sólo nos está ayudando a tener los datos duros, sino también para saber si lo que creemos que pasa en una sala de lectura es lo que realmente pasa”.

La finalidad es que todos esos indicadores y resultados se hospeden en la Plataforma Libros México, un espacio en el que no sólo se mostrará lo que hace el Gobierno Federal, sino todas aquellas iniciativas privadas, públicas, de personas y asociaciones civiles.

Aun cuando plantean tener un alto porcentaje de resultados este año, son bases de datos que se tienen que ir actualizando de forma permanente.

20 años de cosechar lectores.En una casa habitación, en parques, plazas públicas, casas de culturas, albergues juveniles, en espacios de zonas con alta violencia social, pobreza o marginación, en cualquier lugar del país que permita la instalación de un pequeño librero con poco más de 100 títulos de arranque, para niños, jóvenes y adultos de todas las edades, están dispuestas las pequeñas salas de lectura, que se fundamentan en la generosidad de los voluntarios que sólo reciben capacitación como mediadores de lectura, pero no obtienen ningún sueldo.

Esa característica provoca un cierre, más o menos continuo, de salas de lectura y el que las cifras año con año suban o bajen. Sin embargo, el hecho de que trabaja a través de la creación de espacios de lectura comunitarios, ha sido reconocido por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) como un programa modelo para la difusión de la lectura en América Latina.

Angélica Vázquez del Mercado asegura que lo más importante es que luego de conocer los resultados de esas mediciones que ya se están procesando, el Programa Nacional de Lectura defina qué sí sirve y qué no sirve, para a partir de eso hacer un programa coherente que atienda la realidad nacional no desde lo que creen que funciona desde un escritorio del tercer piso de avenida Reforma, haciendo referencia al domicilio de la DGP.

“¿Este modelo realmente funciona? Nosotros creemos que sí por lo que nos reportan, por lo que nos dicen, por las imágenes, por la cantidad de evidencias. Ahora, que nos lo diga un estudio metodológico, muy bien documentado va a ser muy importante; que nos diga si la sala de lectura es uno de los mejores caminos para hacer fomento. Nuestra hipótesis es que sí funciona la sala de lectura porque es una iniciativa ciudadana, porque trabaja de manera voluntaria, el ciudadano es un inconforme que actúa para cambiar su entorno. Tiene un acervo que es un canon, un primer acervo, que les funciona como un detonante para acercar a otra gente a la lectura y porque tenemos la capacitación”, afirma.

La capacitación es la única manera de retribuir la generosidad de los animadores a la lectura; porque no sólo se trata de dotarlos del acervo, sino de decirle “ahora como te ayudo a que lo explotes, que sepas manejarlo y a sacar las múltiples lecturas que puede tener un solo texto”. Allí, confiensa Angélica Vázquez, radica el éxito del programa, y por eso debe incrementarse y se han fijado cerrar este 2015 con 600 nuevas salas de lectura.

“Aunque tenemos salas muy longevas, hemos detectado que una sala de lectura tiene un promedio de vida de tres a cuatro años, pero de ninguna manera esto es un dato negativo, esto nos habla de la importancia del trabajo voluntario de los mexicanos”, concluye la encargada del trabajo con lectores.

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