En el ciclo de Charlas sobre cine y literatura que fue parte de las actividades del año dual UK-México en la Cineteca, fue interesante ver películas basadas en novelas inglesas, comentadas por escritores. Tuve en suerte comentar con Jorge Michel Grau Lo que queda del día, dirigida por James Ivory, y basada en la novela del mismo nombre, The remains of the day, de Kazuo Ishiguro (89). La película es del 93 y fue nominada a varios Oscar, las actuaciones de Anthony Hopkins —notable en El silencio de los inocentes como Hanibal Lekter—, y la de Emma Thompson son memorables. Veintidós años después, la película se deja ver con la misma emoción y entusiasmo. Una película que corre lento, a tono con la novela que relata, en voz del protagonista Mr. Stevens, el viaje desde Darlington Hall a la costa suroeste para encontrarse con quien fuera el ama de llaves en los años 30 en aquella casa, Miss Kenton, ahora Mrs. Ben.

Si se lee la novela y se mira la película una vez más, uno se asombra de la adaptación que fue hecha dada esa voz reflexiva del mayordomo que intenta centrar las razones de una vida dedicada a la excelencia en el servicio de su patrón (his lordship) en la dignidad, quien mientras maneja en ese verano de 1956 recuerda situaciones varias y enseñanzas de su padre, a quien ya viejo logra colocar en Darlington Hall. El mayordomo, esa especie en extinción, figura mítica de la Inglaterra de antes de la Segunda Guerra Mundial (asunto también de la exitosa serie de televisión Downton Abbey) intenta encontrar su lugar en el mundo, al mismo tiempo que se da cuenta que ese no mostrar lo personal, anteponer la lealtad y el servicio a costa de la vida emocional, y de la vida misma, ha sido un error del que ni siquiera puede dar cuenta, como sí pudo hacerlo Lord Darlington cuando abatido reconoce que su alianza con los nazis fue un error fatal. La película puede dar la densidad del conflicto a través de diálogos precisos, de gestos apenas visibles, de detalles (como el pan demasiado tostado que el mayordomo oculta de la vista de su nuevo patrón en el bolsillo de su impecable atuendo). La sutileza de la novela, el drama íntimo, la elocuencia del silencio y la contención, la evidencia de un mundo que ha cambiado en los años 50 para siempre y donde los señores Stevens no encuentran ya su lugar ni su razón de ser están en la novela, con todo y las licencias de agregados y omisiones de los que han querido apropiarse la guinoista y el director. Harold Pinter fue el primero en hacer la adaptación de esta espléndida novela y no quiso que su nombre apareciera en los créditos cuando una de las escenas claves: la charla con el viejo en el muelle, donde Stevens se quiebra por primera vez (yo así también lo pienso, por lo menos en la lectura) fue sustraída o sustituida por la conversación con Sally Kenton.

Kazuo Ishiguro, nacido en Nagasaki en el 54 y quien desde los seis años vive en Inglaterra por el trabajo de oceanógrafo de su padre, es parte del dream team literario inglés. Sorprende la capacidad de registrar mundos diversos y con riesgos muy distintos en sus varias novelas. Después de sus dos primeras novelas (Pálida luz de las colinas y Artista del mundo flotante) situadas en Japón, Lo que queda del día es absolutamente inglesa en su escenario y personajes (el propio Stevens menciona que le encanta la campiña inglesa porque es suave y no dramática, contenida... Claro se parece a él), universal en el centro del drama: el desperdicio de una vida. El sacrificio de los deseos personales en aras del servicio a una persona considerada con una altura moral superior. Aunque Ishiguro ha mencionado en entrevistas que el escenario no importa, que él quiso hacer una novela que pudiera tener lectores en el mundo. Y lo logró. La novela recibió el Booker Prize y le cambió la vida al escritor que fue traducido a múltiples lenguas. No encontró libros que dieran cuenta de las maneras de la servidumbre en esa época ni memorias de la misma a pesar de que era el empleo de muchos, por lo que tuvo que inventar las estrategias de trabajo de Stevens. La forma en que Stevens se expresa da cuenta de su registro del mundo. Todo confirma que la novela es lenguaje e imaginación y que Ishiguro puede colocarse en distintas esferas, épocas y riesgos, como lo muestra su más reciente novela, El gigante enterrado, ubicada en la época del Rey Arturo.

Ishiguro quiso ser músico y en su casa hay varias guitarras eléctricas, ha compuesto la letra de algunas canciones de jazz que canta Stacey Kent. Por eso, y por la sutileza, cadencia y silencio que implica siempre el cuento, los que componen el libro Nocturnos, todos ellos alrededor de músicos y música, son extraordinarios.

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