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El arqueólogo Guillermo de Anda Alanís, explorador de la National Geographic Society, lidera uno de los proyectos más ambiciosos que hasta ahora se han hecho en arqueología subacuática en México. Consiste en explorar y digitalizar el sistema de cuevas y cenotes en la Península de Yucatán, contextos que han revelado grandes hallazgos sobre el poblamiento temprano en América, fauna extinta y de rituales de la antigua civilización maya.

Se trata del Proyecto el Gran Acuífero Maya que en los próximos cinco años registrará con fotografía en alta resolución los vestigios arqueológicos, paleontológicos o botánicos inundados para después reproducirlos en 3D en un software diseñado ex profeso, así como analizar la calidad del agua de los casi 6 mil cenotes que se calcula que existen en esa parte del país.

En la investigación participan arqueólogos, biólogos, oceanógrafos y geólogos de National Geographic (NatGeo), del INAH, UNAM, la Universidad Tecnológica de la Riviera Maya, y cuenta con el auspicio de NatGeo, el Banco de Desarrollo para América Latina, y el Aspen Institute México, dirigido por Juan Ramón de la Fuente. En entrevista, el arqueólogo habla sobre este proyecto que inició en mayo en Quintana Roo y Yucatán, y que espera revelar pronto “hallazgos espectaculares”, los cuales serán dados a conocer por el INAH.

¿Qué avances y hallazgos han registrado hasta ahora?

—Hemos encontrado una gran cantidad de tiestos cerámicos que nos darán información sobre la cultura maya y sobre todo, algo en lo que no se ha prestado atención: la función de los cenotes. No en todos se hacían sofisticados rituales, algunos cumplían otras funciones. Estamos buscando las relaciones con los asentamientos, el dato de la cerámica doméstica, de la vida cotidiana de los mayas, que ha sido poco tratado y que es muy valioso, más allá de las grandes ciudades y rituales. En nuestros análisis de agua hemos encontrado huesos de animales que no estamos acostumbrados a ver y ahora estamos en proceso de análisis.

Es un proyecto que espera tener hallazgos espectaculares, sé que los vamos a tener, pero no estamos buscando la tumba, el sacrificio o la gran ofrenda, tenemos que entender la vida cotidiana de los que vivieron en esos asentamientos. Hay zonas de la Península que no han sido exploradas desde el punto de vista subacuático y en nuestras exploraciones hemos encontrado asentamientos antiguos y los registramos según lo indica el Sistema Único de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos del INAH.

¿Cuáles son los objetivos de esta investigación?

—Obtener datos de la calidad del agua, observar las especies endémicas, los flujos de agua. Culturalmente nos interesa mucho la arqueología, queremos hacer una investigación de las fuentes ancestrales del agua, sabemos que este acuífero es la enorme fuente ancestral que ha existido por 12, 13 o 15 mil años y que ha fluctuado en su nivel, sube y baja con ciertos cambios climáticos, pero hay fuentes de acceso en donde el hombre y la fauna han obtenido el líquido desde hace miles de años. Una hipótesis es que se han mantenido las mismas durante todo este tiempo, desde los primeros pobladores hasta los grupos mayas.

Estamos buscando otros tipo de agua ancestrales que pudieron haber sido meramente rituales, tenemos una hipótesis de que había grandes peregrinaciones a varios cuerpos de agua, no solamente al Cenote Sagrado de Chichén Itzá. También tenemos una hipótesis de que mercaderes transitan a través del área maya y ligan sus viajes a estas fuentes ancestrales y a estas cuevas que fueron como una fuente espiritual. Además nos interesa proponer políticas públicas para ofrecer un mejor nivel de protección y la cuestión del manejo turístico que a veces se vuelve anárquico... Me parece muy bueno que las comunidades tengan esa opción, pero creo que no hay una buena infraestructura o control de cómo lo están haciendo, hemos visto destrucción en algunas entradas de cenotes para tener un acceso más fácil.

¿Cómo se hace el registro digital de los cenotes?

—Lo que estamos haciendo es tomar una gran cantidad de fotos en muy buena calidad, las modificamos en un software diseñado para este proyecto por el ingeniero de Corey Jaskolski, de NatGeo y que consiste en tener el mayor ángulo posible de algún objeto, de una cueva, de un contexto. Los modificamos para tener mapas digitales con un alto nivel de definición para poder manipularlos, tomar medidas y lo más increíble es que los podemos reproducir físicamente en impresoras 3D. Lo novedoso de nuestro método es que todo se hace bajo el agua, ningún objeto se extrae, todo se queda allí. Si lo movemos y sacamos del agua, se pierde el contexto.

Planean incluso utilizar un robot. ¿cómo funcionaría?

—Yo creo mucho en la tecnología, pero creo más en la habilidad humana. Hay un alumno del Instituto Tecnológico Superior de Felipe Carrillo Puerto cuyo caso es bastante bonito porque él se motivó con una conferencia que dí el año pasado en su institución y le insistió a sus profesores que quería hacer algo y diseñó un pequeño robot que vamos a probar en las siguientes fases. Diseñó una especie de vehículo a control remoto y quiere ponerle sensores, cámaras y darle independencia para que sea capaz de entrar con el robot. Lo estamos acogiendo en nuestro proyecto, con mucho interés porque es talento, pero no tiene fondos para concluirlo. Tenemos apoyo de NatGeo para tener robots, pero esperemos que sea en el menor de los casos; espero que podamos entrar nosotros mismos porque es un equipo con la capacidad para entrar a cualquier sitio remoto bajo el agua.

¿Por qué a un arqueólogo debería importarle la conservación ecológica de su contexto de estudio?

—No podemos entender la preservación de los artefactos si no entendemos la biología, la física, la química del agua, así como un biólogo debe entender la arqueología para conocer los principios de la conservación propiciados por el medio ambiente. Por ejemplo, un caso en el que nos apoyamos las dos disciplinas, es el entender cómo las comunidades de crustáceos endémicos deben haber coadyuvado y acelerado el proceso de descomposición de cuerpos dentro del agua. Me refiero a la pregunta de cómo es que los mayas arrojaban personas o partes de ellas o cadáveres en el agua que les servía también para tomar, hemos entendido que estos animales pueden haber ayudado en el proceso de limpieza y equilibrio ecológico del cenote.

Han llegado a sitios donde ningún humano ha llegado hace miles de años ¿Qué significa esto para usted y su equipo?

—Siempre lo he dicho, es un privilegio poder hacer eso, llegar a lugares donde probablemente nunca hubo un ser humano, pero también es una gran responsabilidad, somos los responsables de proteger todo esto, de que lo que vemos se quede tal cual, de dejar sólo las burbujas del aire que exhalamos y llevarnos de ese lugar sólo memorias y fotografías o videos.

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