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El arquitecto Teodoro González de León siente que las ciudades modernas son “alérgicas” al orden y de que aunque parezca una paradoja (“pero no lo es”) necesitan que se conduzca “el desorden a un orden”.

Pintor, escultor, amante de la música contemporánea clásica y apasionado por la Ciudad de México (donde nació en 1926), González de León conoce y ha vivido las transformaciones de esta capital y si algo disfruta de ella es su intensidad. Ha construido edificios que se han vuelto iconos, como los del INFONAVIT, El Colegio de México, el Museo Rufino Tamayo (con Abraham Zabludovsky), la casa matriz del Fondo de Cultura Económica, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo MUAC, el Complejo Reforma 222, entre muchos otros.

Cuestiona la carencia de proyectos urbanos y alza la voz para demandar la reactivación y densificación de barrios; una vuelta a la ciudad para dar marcha atrás a ese sistema que llevó a los ciudadanos a tener que adquirir viviendas a decenas de kilómetros, que hoy están abandonadas. Alza la voz también para demandar, con urgencia, que se construya infraestructura en el país. Ahí ve un vacío grave; un tema que no duda en calificar de preocupante.

Protagonista de la cultura y el arte, Teodoro González de León cumplirá 90 años el 29 de mayo próximo. No quiere hablar de cómo celebrará; sólo “adelanta” que le tienen preparadas varias “cositas por ahí”.

En su despacho en La Condesa, a la que, recuerda, llegó hace poco más de 30 años, en 1985, justo antes del temblor de septiembre, habla de sus proyectos actuales, del arte, de la Ciudad de México, del país.

Una de las obras que realiza con su despacho, Teodoro González de León Arquitectos, es el nuevo edificio del INFONATIV, a un costado del original que había concebido con Zabludovsky en 1974. Y aunque quedó trazada y presupuestada “hasta el último tornillo”, confiesa que le preocupa el futuro de la obra, que había aprobado el anterior director general del INFONAVIT, Alejandro Murat Hinojosa (quien aspira a ser candidato por el PRI al gobierno de Oaxaca).

“Yo estoy preocupado por el gobierno, porque, pues no ha hecho nada, se la ha pasado haciendo leyes, pero cero obras. Y el país necesita obras de infraestructura, de muchas cosas”.

¿Qué diagnóstico hace de lo que está pasando?

No soy politólogo. No sé a qué se deba. El país está paralizado, con un dólar altísimo, nunca ha estado a ese precio. No sé. Yo no soy politólogo. Ni quiero interesarme en eso. Hay gentes que hacen eso. Pero estoy preocupado.

Es la situación económica, la inseguridad...

Es un complejo feo que ha estado rondando. El narcotráfico, la inseguridad. Por ejemplo, lo de los jóvenes de Guerrero, es muy viejo eso. Ayotzinapa es un semillero de gentes rebeldes, tiene una gran tradición… muchos líderes han salido de ahí. La gente no sabe eso. De esa escuela, además. Lucio Cabañas. Gentes que hicieron historia, los mataron.

Infraestructura fuerte. González de León llama a que se construya “infraestructura fuerte” en el país:

“El aeropuerto, por ejemplo, no se ha empezado. ¡La obra magna del sexenio! Sólo (conozco) lo que se ha publicado en láminas; no se puede conocer un proyecto por renders, todos los renders son muy bonitos, de obras feas también… (El aeropuerto) tiene una garantía: Foster. Foster es un arquitecto impecable; sabe terminar sus cosas. (Pero) no sé los costos para México de una obra de Foster.

Los tiempos de la obra del aeropuerto ¿cómo los ve?

Los tiempos ya se perdieron. Se iba a empezar hace dos años. Y hay que empezar siempre por la infraestructura, por los caminos de acceso y las pistas. No se pueden hacer los edificios y después las pistas.

Si algo necesita México es seguir haciendo infraestructura, fuerte, en las ciudades. La Ciudad de México necesita seguir haciendo Metro, transporte colectivo. Tiene que bajar la cuota de estacionamiento que se pide. Ya no hay lugar. Más estacionamientos invitan a tener más autos, es un círculo vicioso, y sigue esa ley que dice que lo que construyo para una oficina tengo que construir la misma área abajo, o donde sea (para autos). Es de las leyes más pesadas del mundo. Por decir algo: en Nueva York, todo ese complejo de Trump tiene 40 coches, ellos ya saben que si ponen estacionamientos se alienta el coche.

¿Qué diagnóstico hace de la Ciudad de México? ¿cómo la evalúa?

Me gusta mucho esta ciudad. Es muy intensa. El centro es muy intenso; en todos lados hay una intensidad; se vive. Esta desordenada; así son las ciudades modernas: desordenadas, alérgicas al orden. Pero eso es lo que hay que conducir haciendo los planes urbanos; conducir el desorden a un orden. No es una paradoja ¿eh? Se puede, se debe. Y ahí la tarea número uno es: transporte colectivo.

¿Qué pasa con la vivienda en la Ciudad de México?

La estupidez de hacer a 20 kilómetros de Morelia, a 40 de aquí un conjunto y (hoy) están vacíos o invadidos por gángsters. Es atroz. Eso tienen que cortarlo de raíz. Se volvió un sistema de pedir crédito a cualquiera, entonces, a los promotores, cualquier terreno les parecía bueno, fácil de construir ahí, a 100 kilómetros… es un asesinato. Hay miles de viviendas vacías en esos sectores. Hay que venirse lo más cerca de la ciudad o incluso dentro de la ciudad renovando áreas industriales, esa es la tarea, y alta densidad. Ese es el futuro de la vivienda en todo el mundo.

¿Reactivar barrios?

Claro.

¿Cómo cuáles?

Muchos, colonia de los Doctores… todos son sujetos. Un programa interesante es entrarle a la colonia Roma, cómo densificarla más y guardar las estructuras no muy altas que hay.

¿Qué le pareció el Proyecto del Corredor Cultural Chapultepec?

Yo fui opositor. Inclusive nos amparamos y lo logramos. Si hubieran ganado no lo habrían podido hacer por nuestro amparo. Era una tontería gigantesca.

¿Qué hacer ahí?

Todo en superficie. Ya por ahí corre un Metro, el subterráneo ya está hecho. Es arreglar la parte de arriba, aumentar las banquetas, arbolarlas. El señor que manejaba ese programa (Simón Levy) no se dio cuenta nunca:

“Tú ya sabes, Simón que en la avenida Chapultepec hay muchos lotes pequeñísimos y por eso no se desarrollan”. “Estas hablando como contratista” (le respondió Levy a González de León). “No, como urbanista”. Éste no sabía nada. Esa proliferación de lotes pequeños hace que sea imposible hacer un programa, un edificio de 10 pisos. Necesitas reunir tierra. Entonces debe haber una política de facilitar la fusión de los lotes. Así, los de lotes pequeñitos, entran en sociedad con los grandotes, es la única forma como sale. En Reforma 222 había 14 predios, se fusionaron para hacer el proyecto y todos los pequeños propietarios salieron encantados. Hay otra medida más que necesita esa operación: dar facilidad fiscal. “Haces desarrollo en esta avenida Chapultepec y te doy 10, 15 años sin impuestos”. Y sale así. Eso no lo inventé; Nueva York se hace así. Eso necesitan Chapultepec y otras avenidas de la ciudad. Que la ciudad crezca por dentro, esa debe ser la política. No la entiende; el jefe de gobierno es totalmente ajeno al urbanismo.

¿Qué analogías encuentra entre el arte y la ciudad?

La ciudad está hecha de planeación y de azar… Siempre. En el siglo XX se fue al diablo el orden; ya no creemos en el orden, creemos en la sorpresa, en hacer algo distinto.

De la ciudad prehispánica ¿qué aprender?

¡Qué podemos aprender de las ruinas! Solo es una idea romántica, muy bella. El pasado prehispánico se nos muestra como cosas encerradas, de arquitectura exterior; desconocemos cómo era la vivienda.

Volver sobre lo construido. Buena parte de las obras de González de León son de concreto rosa, sin embargo en los últimos años han sido en blanco, por ejemplo Reforma 222. “La arena rosa del valle se acabó; las minas de Santa Fe se acabaron, de ahí salía esa arena muy bonita, rosa”. La que sí tendrá ese color rosa es la obra de la ampliación de la biblioteca de El Colegio de México, que está por presentarse.

Cuando ha construido una obra que requiere una nueva etapa, o ampliación, ¿cómo es ese proceso de diálogo con la que había hecho?

Es difícil, muy difícil. Me ha sucedido en El Colegio de México, le hicimos hace 15 años una ampliación, de una azotea, nuevos cubículos ahí. No se nota. Quedó muy bien. La biblioteca que está casi terminada, es una masa bárbara. Donde fue más difícil fue en el Museo Tamayo; Rufino nos planteó: “¿Cómo va a crecer esto?” Yo le respondí: “Como un árbol. Los paralelepípedos que tiene van a ir creciendo”.

¿Quedó satisfecho con la ampliación del Tamayo?

Nuevamente, no se nota, a pesar de que cambié muchas cosas, de que creció 50%. Tuve dudas, porque habían pasado 30 años, y pensaba en hacer una cosa más etérea, más de vidrio. Pero no: “A Rufino le propusimos esto, vamos a seguir nuestra promesa”.

¿Qué otros proyectos trabaja?

Bueno el Manacar, que ya apareció. Ya tiene el núcleo central, llegó a la cuota de 50 metros. Va a tener 150 metros. La estructura, yo creo, va a estar para agosto, hasta arriba. Esperan, a principios del año que entra, inaugurar el centro comercial. Acabo de terminar una casa en la playa, en Nayarit, para una familia muy unida, tiene siete recámaras y todas ven al mar.

¿Exhibirá sus pinturas este año?

Creo que sí, ya se han organizado varias cositas por ahí.

¿Sigue pintando?

Claro, y haciendo cosas; esculturas, complejas porque son matemáticas. Triángulos, rectángulos de tres, cuatro, cinco; el triángulo pitagórico, separados dos valores de tres, cuatro, cinco, y unidos los puntos entre ellos. Tiene 29 variables. La matemática cuando juega con la plástica es gloriosa. Me interesa cuando se funde con un proyecto mío.

¿Qué música oye?

Contemporánea clásica. Como decía (György) Ligeti, contemporánea seria.

¿Cómo ve la creación de la Secretaría de Cultura?

Ojalá les vaya bien; que no crezca como organismo burocrático y que pongan buenas gentes.

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