La edición XV del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá cerró sus actividades la noche del domingo, en el Día Mundial del Teatro, en la Plaza Bolívar con un concierto a cargo de Monsieur Periné y Herencia de Timbiquí, dos agrupaciones colombianas de prestigio internacional, así como con un espectáculo de juegos pirotécnicos.

De acuerdo con cifras preliminares, el encuentro teatral convocó durante 17 días a dos millones y medio de personas en escenarios cerrados y abiertos, a donde llegaron 3 mil 877 artistas de 32 países, en una ciudad habitada por 8 millones de personas.

Monsieur Periné, quien el año pasado ganó el premio Grammy Latino como Mejores Nuevos Artistas por el disco Caja de música, tocará varios de sus éxitos; Timbiquí, ganadores de Viña del Mar 2013 ofrecieron un recorrido por su trayectoria musical con temas como "Vive a tu manera", "Te invito", "Amanecé", "Quiero cantarte" y "Sabrás" con instrumentos típicos del Pacifico.

Paralelamente al concierto, en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, uno de los más grandes de la ciudad, cerró las actividades teatrales del festival con la función de "Fausto" de la Slovenian National Theatre Drama, ante un auditorio para mil 300 personas abarrotado.

El director de teatro, el esloveno Tomaz Pandur fue ovacionado de pie durante varios minutos por su propuesta escénica de una de las más grandes obras de la literatura alemana, entendida como un poema sobre la fenomenología de la especie humana.

El "Fausto" de Pandur fue más allá de una batalla entre el bien y el mal, y presentó a seres humanos atormentados, al borde la locura, hambrientos de conocimiento porque han entendido que el saber es la base del poder.

Pandur entregó una gran adaptación de la compleja obra, aunque densa por momentos, como el prolongado monólogo inicial de Fausto, previo a su encuentro con Mefistófeles; y un montaje de proporciones míticas con un elevado concierto de tecnología y gótica belleza, que él mismo ha llamado “teatro de alta definición”.

El escenario de su “Fausto” es rigurosamente monocromático: toda la escenografía y el vestuario está en la escala de grises a negro, solo interrumpida simbólicamente por un rojo sanguíneo, y recuerda la versión cinematográfica y expresionista del Fausto de Murnau.

Los personajes literalmente parecen flotar sobre un oscuro espejo de agua que bien puede simbolizar “el mar de confusión” en el que se ahoga el hombre, franqueado por dos muros colosales de madera que se abren o se cierran como las puertas del infierno y que el Doctor Fausto usa como pizarrón en donde se proyectan, como si se tratara de manuscritos esotéricos, las fórmulas de su búsqueda de sabidurías ocultas.

Si bien Pandur se ocupa de uno de los mitos más grandes de Europa, basado en una leyenda medieval de un hombre que vende su alma al diablo; su teatro ofrece la oportunidad de acercarlo al mundo moderno, no sólo por la vestimenta gótica de los personajes, sino porque los humaniza y devela sus más bajas pasiones, así como su anhelo por el amor, la belleza, la juventud.

rqm

Google News

Noticias según tus intereses