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En México existe una política de diplomacia cultural que tiene 46 agregados culturales —18 son ocupados por plazas del Servicio Exterior Mexicano, 12 son gestores/creadores y 16 son de corte político—, más 60 plazas para técnicos-administrativos que se ocupan de la cultura igual que de otros rubros como negocios. Sin embargo, en muchos de esos cargos del servicio diplomático, donde antes tenían un lugar intelectuales mexicanos, hoy menos de cinco artistas ocupan un lugar a pesar de que ellos tienen, como nadie, el perfil de difusores de la cultura de nuestro país.

Esa tarea internacional que a lo largo de la historia han tenido a intelectuales emblemáticos como Jaime Torres Bodet, Octavio Paz, José Gorostiza, Carlos Fuentes y Fernando del Paso, que ocuparon cargos especiales ante el mundo, y que más recientemente ha tenido a representantes como los escritores Álvaro Uribe, Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Héctor Orestes Aguilar, Gerardo Ochoa Sandy y Alejandro Estivill, o a creadores como Gabriel Retes, Felipe Ehrenberg, Gerardo Estrada, Daniel Leyva y Edgardo Bermejo, hoy en día no está en manos de intelectuales, escritores y artistas.

Entre 2008 y 2011 había 47 funcionarios culturales mexicanos con conocimientos y experiencia en la diplomacia cultural, tal como lo documenta César Villanueva Rivas, doctor en ciencia política por la Universidad de Växjö-Linnaeus, Suecia, con especialidad en diplomacia y cultura, en su libro Una nueva diplomacia cultural para México. Theoría, praxis y techné, que él coordina y en el que participan 16 propuestas de expertos y funcionarios diplomáticos de la cultura recientes.

Villanueva Rivas asegura que la política diplomática de México es de muchos altibajos, pues así como en el pasado hubo grandes nombres de intelectuales representando a México en el exterior, hoy son muy pocos, acaso dos o tres, pero además lo más preocupante es que los que llevan la cultura mexicana por el mundo tampoco son diplomáticos de carrera, sino que son personas con puestos políticos.

“Actualmente hay una caída del valor de la cultura; pasó de tener un peso casi de subsecretaria en tiempos de Jorge G. Castañeda, a convertirse en una acción relativamente menor dentro de una agencia que tiene muy poco presupuesto, que no ha despegado y ha perdido su protagonismo”, señala César Villanueva.

Villanueva dice que los puestos están divididos en tres tipos: hay un grupo con un perfil más artístico y cultural, sin embargo, agrega, son personas que no tienen el protagonismo que tenía la generación de hace 15 años. Hay otro grupo de diplomáticos a quienes se les ha dado un perfil cultural y están en distintas áreas, y hay un tercero “que ha existido siempre pero que ahora es el grupo mayoritario” de personas que participan sin necesariamente tener una formación cultural y sin ser parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, son cargos políticos, porque hay que pagar algunas cosas”, señala el autor César Villanueva.

Héctor Orestes Aguilar, escritor, traductor y quien ha hecho carrera en el servicio diplomático y formaba parte de los 47 servidores que estuvieron en la época de Castañeda y Gerardo Estrada (quien tuvo a su cargo la Dirección de Asuntos Culturales de la SRE en ese tiempo), afirma que hoy los únicos creadores mexicanos que están en el servicio diplomático son Pablo Raphael La Madrid, que está como director del Instituto Cultural de México en España, y Jorge Reynoso Pohlenz, quien es agregado cultural en la Federación Rusa.

“Creo que son los únicos que durante este sexenio fueron nombrados en el exterior”.

Más allá de Los Mayas y Frida. César Villanueva Rivas coordina el libro Una nueva diplomacia cultural para México. Theoría, praxis y techné (Universidad Iberoamericana), en el que participan Edgardo Bermejo Mora, Alejandro Estivill, Gerardo Ochoa Sandy, Stephan Sberro Picard, Alberto Fierro Garza, Ernesto Sosa Gallegos, Martha Barcena Coqui y Héctor Orestes Aguilar.

Asegura que en México no nos damos cuenta de que la cultura es poder. “Tenemos 11 Institutos de México en el exterior, en contraste, Brasil tiene 21 sedes; Francia, mil 40 y China supera los mil centros; nosotros no tenemos una visión expansiva, son unos cuantos centros culturales que operan con muy poco dinero, no trabajamos bien redes sociales ni Internet. Nos cuesta mucho trabajo hacer acciones que vayan más allá de la tradicional exposición de Los Mayas, de Frida Kahlo, de Diego Rivera; tenemos que lanzar una visión verdaderamente expansiva, que promueva un México de jóvenes, de una sociedad que quiere transformarse, que se apuntalen valores que tienen que ver con una renovación amplia del ritmo cultural del cine, por ejemplo”.

El maestro en Artes Visuales con especialidades en arte digital, promoción cultural y política cultural dice que el cine le cuesta mucho trabajo a nuestra diplomacia porque es un cine muy crítico, no le dan el peso y el valor que tiene pero que por eso estamos perdiendo mucho con es esa incapacidad de proyectar. “No sólo pierde la Secretaría, pierden los mexicanos al no hacer una campaña más tajante”.

Villanueva asegura que todavía es muy difícil convencer a las áreas políticas, económicas, de negocios sobre las ventajas que tiene lo cultural. “Estamos haciendo acciones muy tradicionales para este mundo digital, necesitamos tener acciones con un impacto mayor, acciones mucho más expansivas”.

A pesar de eso reconoce que hay una diplomacia cultural que se mantiene con altibajos. “Hacen muchísimo con lo poco que tienen, casi es una constante que los presupuestos al sector cultural dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores son muy limitados, entre 1% y 1.6% del presupuesto del servicio exterior se dedica al área cultural. Entonces lo poco que hacen es mucho con base en el presupuesto que tienen”.

Héctor Orestes Aguilar dice que una hipótesis que une a varios de los que están incluidos en el libro es que la imagen país de México debe ser un asunto de seguridad nacional y no puede ser abordado de una manera frívola y superficial. “No desde el marketing de marca país para otros propósitos, como es promoción en general de un producto o de imagen corporativa sino que tiene ser abordada de una manera integral y muy seria y razonada, incluso como una política pública del propio país”.
Asegura que la imagen pública tiene que ser abordada incluso con su propio presupuesto y con mucho énfasis desde la cultura, porque es la cultura uno de los aspectos más representativos del país, en el que somos potencia y puede dar una serie de elementos muy razonados.

“Los autores del libro buscamos razonar la forma en que puede desplegarse una diplomacia cultural en busca de una imagen país mucho más consistente, mucho más profunda, más actualizada. A lo que yo me dedico es a trabajar una actualización del canon cultural mexicano, toda vez que los estereotipos, imagotipos con los que se presentan en el exterior utilizan estereotipos que provienen del nacionalismo revolucionario y en estos estereotipos o imagotipos con que nos presentamos ante el exterior en muchos casos ya están agotados”, concluye Aguilar.

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