Texto: Carlos Santillán Doherty

En el Comité Técnico Nacional de Infraestructura del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) nos gusta adelantarnos y desarrollar soluciones para el financiamiento de proyectos de infraestructura, y en esta ocasión nos centraremos en proyectos de infraestructura en operación. El Ciclo de Inversión de un Proyecto de Infraestructura transita por varias fases, siendo la operación la de mayor duración, y la que -bien gestionada- puede corregir desviaciones de origen y tener un impacto profundo en el resultado financiero de las inversiones en infraestructura.

Por el tiempo que ha transcurrido desde su puesta en marcha, México haría bien en ir planeando ya la reconstrucción de su red de autopistas de cuota. El tiempo vuela y para los que estamos involucrados en el tema, quizás pensemos que son aún nuevas muchas de ellas, pero si hacemos cuentas, ya no lo son tanto.

Además, no sólo el tiempo ha cobrado su cuota en el estado físico de las mismas: como bien sabemos, en el contexto de un sistema de transporte nacional un tanto desbalanceado, en el que a nivel de superficie el modo carretero es el preponderante, el "abuso" que se ha hecho de las carreteras ha acelerado su proceso natural de desgaste o vida útil; los usuarios tienen muy clara esta realidad desde el punto de vista de la pobre experiencia que obtienen de circular por nuestras autopistas.

Es oportuno entonces que el gobierno federal, ahora que se cocina el Plan Nacional de Desarrollo, esté atento a ello e incluya en su eventual Programa de Infraestructura, acciones que explícitamente atiendan la reconstrucción y rehabilitación de tal red.

Como es obvio, para desarrollar este programa se requiere de un diagnóstico, pero ahora no nada más de estudios de ingeniería básicos, los típicos, como cuando se construyeron originalmente. Esto sería un enfoque muy pobre y reducido. Ahora las autopistas están operando; hay más información. Lo más relevante en la actualidad es basarse en la métrica existente y parámetros que arroja la operación: niveles de servicio, índices de accidentalidad, indicadores físicos, entre otros.

En virtud de ello, es muy recomendable que el gobierno trabaje este programa de la mano de actores ya involucrados en la operación de la infraestructura carretera concesionada y se capitalice así el conocimiento generado.

En ese sentido, hay figuras relativamente nuevas en el "mercado" que han sido y serán relevantes para definir y dar seguimiento a la realización y ejecución de las tareas por emprender. Figuras como el Agente Administrador Supervisor (AAS) o el Supervisor Externo de Operaciones (SEO) quienes, gracias al papel que han tomado en la gestión de la operación de la infraestructura carretera concesionada en México, tienen el conocimiento y la experiencia de la situación de cada autopista a su cargo

Ahora bien, ¿de dónde saldrán los recursos para financiar la puesta en marcha de un programa de esta naturaleza? ¿Es acaso una opción aumentar impuestos al combustible?

Además de lo impopular, parece improbable, pues eso sólo genera una "motivación perversa" si consideramos que gradualmente se debería observar, cada vez más, el uso de vehículos con energías alternas y otras fuentes de combustible limpias.

En este contexto, el propósito de este artículo es iniciar una discusión al respecto.

Una vez más la respuesta puede estar en la operación, el fijar, por ejemplo, tarifas con criterios comerciales diferenciados orientados a la optimización de ingresos versus la experiencia de los usuarios, tomando en cuenta patrones de utilización de las carreteras, así como la distancia de recorrido, el tipo de traslado (comercial/placer), el tipo de vehículo, el horario de conducción (en horarios pico o no), entre otros.

Por tal motivo, en el Comité Técnico Nacional de Infraestructura del IMEF consideramos que la operación se hará cada vez más relevante, por su capacidad de generar opciones de financiamiento. La sofisticación que existe en la tarificación de los vuelos aéreos parece una mala broma, pero en realidad está basada en el conocimiento -por quienes operan los servicios, que no por quienes los construyen- de su mercado, y sus patrones de comportamiento y consumo; situación que podría ser aplicable también en las carreteras.

Una buena gestión operativa de autopistas debería permitir generar un modelo que optimice los ingresos y la experiencia de los usuarios. Para ello, el conocimiento que los operadores tienen del usuario o "el cliente" y, lo que este está dispuesto a pagar por un servicio diferenciado que le agregue valor es clave; más allá de llegar sano y salvo a casa con una experiencia positiva, a un costo óptimo en comparación de otras alternativas.

*Presidente del Comité Técnico Nacional de Infraestructura IMEF
(Con información de Gabriel Calleja y Aurora Manzano)
 

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