Recientemente escuchamos o leímos en las noticias que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer un informe en el que asegura que la carne procesada por medio de sal, curación o fermentación, ya sea para preservarla o saborizarla, contiene sustancias cancerígenas igual de dañinas que el humo del tabaco, lo que sin duda terminará por afectar a la industria de alimentos procesados y quizá al sector ganadero.

Sin embargo, cuando la noticia se dio a conocer hace pocas semanas, cuantificar el daño para dicha industria a corto plazo sería poco atinado, sobre todo, porque se trata de productos que se consumen diariamente en millones de hogares alrededor del mundo, lo que dificulta conocer el verdadero impacto en los hábitos de consumo y en la venta de estos productos.

Lo que sí es una realidad es que actualmente los consumidores han marcado una tendencia hacia el mercado orgánico: cada vez son más las personas que se preocupan por saber qué ingredientes se ocupan en la elaboración de los productos que ingieren, qué procesos llevan a cabo las empresas para su preparación, qué tan naturales o nutritivos son los ingredientes, etcétera.

Por otra parte, tampoco podemos olvidar que existen 795 millones de personas con hambre en el mundo de acuerdo a datos de la FAO, y que alimentarlas requiere una propuesta de las empresas, pues se trata de un mercado con otro tipo de necesidades.

En referencia a los consumidores de productos procesados, éstos deberán tomar en cuenta que más allá de las acciones que lleven a cabo las compañías productoras, la ingesta y la frecuencia de consumo dependen únicamente de ellos. Las personas tendemos a no hacer caso de las advertencias de los productos que compramos si no tenemos consecuencias inmediatas.

En la actualidad existe un elevado costo en temas de salud pública como el combate a la obesidad, la desnutrición y el ausentismo laboral por aspectos relacionados con la alimentación, y se espera que los efectos reportados en el informe de la OMS sean tangibles hasta dentro de algunas décadas.

Las nuevas necesidades de los consumidores repercuten en que poco a poco las empresas han tenido que modificar y hasta transformar sus procesos, sus productos y hasta su estrategia de marketing. De hecho muchas otras deberán tomar decisiones importantes en lo referente a la innovación de sus procesos de elaboración, búsqueda de nuevos mercados y orientación de la empresa. Y aquí el diferencial será qué tan creativa sea la organización para retomar el problema que representan los cambios socio-culturales del mercado.

Responder a dichas tendencias en el sector alimentario implica un cambio, es decir, una manera distinta de hacer las cosas y para ello, las empresas deben contar con una estrategia muy clara y definida del mercado al que se quieren dirigir. Además, deberán evaluar si cuentan con los recursos para invertir en los cambios que requerirán, ya que éstos probablemente no redituarán de manera inmediata en sus ventas.

Asimismo, otro reto que enfrentarán estas organizaciones es la comunicación honesta hacia sus clientes, pues deberán ser capaces de comunicar estos cambios para adquirir credibilidad y cumplir con la mayor parte de sus demandas, tanto de productividad como las que engloban los temas de salud y nutrición.

En conclusión, tendremos que esperar algunos años más para saber qué tanto la investigación de la OMS puede llegar a mermar el consumo de carne y embutidos y si los empresarios están preparados para convertir este nuevo reto en una oportunidad para innovar hacia dentro de sus negocios, en beneficio de la sociedad.

* El autor es profesor del área de Entorno Económico y Director del Programa de Alta Dirección para empresas de la cadena Agroalimentaria.

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