En 2017 la economía mexicana enfrentó la tradicional desaceleración del quinto año de gobierno. Sin embargo, en 2018 la economía se beneficiará del efecto expansivo del ciclo político-electoral. El próximo año, la economía perderá fuerza como es tradicional al inicio de cada gobierno.

Desaceleración en el quinto año. Como ha sido tradicional en los últimos 30 años, la economía se desaceleró en el quinto año de gobierno, al crecer sólo 2% en 2017, después de 2.9% en 2016.

Tres factores explican esta desaceleración. Primero, el ajuste de política económica con el fin de reducir los desequilibrios y distorsiones acumuladas en los primeros cuatro años del sexenio. En este caso, un creciente endeudamiento público derivado del persistente déficit fiscal, un desequilibrio externo, y una inflación galopante. Con dicho ajuste, el gobierno pretende dejar a la economía en forma para un despegue en el año electoral (2018).

El segundo factor está dado por la aún anémica inversión productiva, la cual limita la capacidad de crecimiento de la economía. El coeficiente inversión-producto ha caído desde 23% del PIB en 2012, a 21% en 2017.

El tercer factor fue la creciente incertidumbre derivada de las tensiones comerciales con Estados Unidos, lo cual no sólo canceló algunas inversiones, sino también afectó decisiones de consumo.

Un efecto colateral, producido tanto por la incertidumbre como por la expansión fiscal y monetaria de los primeros tres años del sexenio, fue el desamarre de precios rezagados. Esta liberación de precios se reflejó en una inflación galopante que superó en más del doble al objetivo de 3%.

Afortunadamente para las expectativas, la inflación ha tendido a la baja en los primeros dos meses del año. Esto se dio tanto por efecto estadístico de la base de comparación, como por la moderación de precios ante la ausencia de nuevas realineaciones de precios y tarifas públicas.

No obstante, el peso sigue bajo presiones depreciatorias, tanto por la incertidumbre en torno a las relaciones comerciales con el vecino del norte como por la proximidad de las elecciones en el país. Esto mantendrá a la inflación encima de 4% a lo largo del año.

Bajo los efectos del ciclo político. Durante 2018, la economía estará bajo los influjos de dos fases opuestas del ciclo político-electoral. La primera fase corre a lo largo de la primera mitad del año, con efectos expansivos producidos por el gasto para financiar tanto el proceso electoral como las campañas. La segunda fase corre después de las elecciones y hasta el cambio de gobierno, cuando el gasto electoral desaparece y el presupuesto federal se desacelera.

La realidad histórica muestra que el efecto expansivo tiende a dominar en el crecimiento económico del año. Por lo cual se estima que la economía reportará un crecimiento de 2.5% en 2018, después de 2% en 2017.

En 2019, la economía estará sujeta a los efectos desaceleratorios de la transición política, como también es tradicional. Al inicio de un nuevo gobierno es típico que el ejercicio del presupuesto federal se retrasa. Esto, combinado con la incertidumbre que deriva del reacomodo del equipo económico, también ocasiona retrasos en las decisiones de inversión del sector privado y en el gasto de los consumidores.

Todo lo anterior se refleja en la tradicional desaceleración económica durante el primer año de cada nuevo gobierno. Por lo que se estima que el crecimiento de la economía se desacelere hacia 1.5%.

La clave es calidad, no cantidad. Las reformas en marcha definitivamente ayudarán a aumentar la capacidad productiva del país, aunque más en el mediano plazo. No obstante, el impacto económico depende de la profundidad de los cambios estructurales que produzcan las reformas. Por lo que la clave no es aprobar muchas reformas, sino más bien llevar a cabo reformas de calidad.

México se está moviendo en la dirección correcta para fortalecer la fuente fundamental del crecimiento permanente: la inversión que estimula a la productividad y promueve el progreso tecnológico. Aunque tomará aún más tiempo para que la economía empiece a aumentar su capacidad productiva.

En cuanto a la incertidumbre, esta no se irá pronto del país. Las políticas estadounidenses que atenten contra el comercio y la inversión tienen el potencial de reducir la capacidad productiva de la economía mexicana. Por lo que el país continuará sujeto a episodios de volatilidad financiera.

Adicionalmente, cualquier intento de un nuevo gobierno que amenace con revertir el proceso de reformas producirá un efecto negativo en la inversión. Si esto se acompaña con un regreso de la indisciplina macroeconómica, entonces el país corre el riesgo de volver al ciclo de crisis recurrentes como en el pasado.

Director para América Latina en Moody’s Analytics. Las ideas expresadas son de la exclusiva responsabilidad del autor y de ninguna manera deben ser atribuidas a la institución para la cual trabaja.Twitter: @AlfredoCoutino Web: www.AlfredoCoutino.com

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