Noche de contrastes con un final absolutamente desangelado. Eso fueron los Oscars del pasado domingo, una entrega que cada vez tiene menos de ceremonia, y más de programa de televisión. El show transcurrió sin problemas, pero el desastre estuvo en los los premiados. De nueva cuenta ganó el cine terso y complaciente y no las apuestas arriesgadas (ROMA), contestatarias (Blackkklansman), o radicales (The Favourite).

¿Quienes ganaron y perdieron en esta entrega? Aquí un recuento:

Ganó el programa de TV

La mayoría de los cambios y esfuerzos por hacer de los Oscar un asunto relevante estaban dirigidos a aumentar un solo número: la cifra de personas que sintonizan en su televisor la entrega más famosa de premios en todo Hollywood.

Si los Oscars fueran una serie de televisión, ya tendría muchos años de cancelada. Los ratings llevan mucho tiempo en picada, pero este 2019 hubo una pequeña mejoría: 12% más audiencia respecto al año pasado.

Esto significa que todos los esfuerzos por hacer una transmisión diferente tuvieron efecto: desde la ausencia de un anfitrión, hasta la inclusión en la categoría de Mejor Película de cintas que definitivamente no representan lo mejor del año pero que sin duda son populares, como es el caso de Black Panther y Bohemian Rhapsody.

Ganó Disney / Marvel

Toda la campaña generada alrededor de una cinta (que ni siquiera es la mejor de superhéroes del año) para convertirla en un fenómeno social y de inclusión racial surtió efecto. Black Panther es la primera película del género de superhéroes que alcanza la nominación a Mejor Película (siendo que no es mejor ni siquiera que The Dark Knight) y es de las máximas triunfadoras de la noche, con tres Oscars en su bolsa.

Esto es oro puro para Marvel. La Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de los Estados Unidos básicamente está validando al entretenimiento de superhéroes como cine culto y de calidad. Esto no necesariamente se traducirá en más dinero para Marvel, pero ayuda mucho en las relaciones públicas y en la guerra sin cuartel contra la competencia.

Gana Cuarón, pero no el cine mexicano

Cuarón se salió con la suya: logró que una cinta sumamente personal, filmada en blanco y negro, hablada parcialmente en mixteco y sobre una nana mexicana en los años setenta en la Ciudad de México, fuera considerada para 10 Oscars, entre ellos el de Mejor Película. Lo hizo, además, sin que la cinta se exhibiera en cines de manera masiva.

Si bien es cierto que todos esperábamos que ganara Mejor Película (por que vamos, de las 8 nominadas sólo tres merecían el premio: ROMA, Blakkklasnsman y The Favourite) el logro de Cuarón no es menor: continuó con la racha ganadora de directores mexicanos en Hollywood, logró que una película de su autoría fuera la primera cinta mexicana en la historia en ganar la presea a Mejor Película Extranjera, y consiguió, al primer intento, un Oscar por Mejor Fotografía. Esto último, además, lo hizo en medio de la sospecha sobre qué tanto de ese trabajo se le debe a Galo Olivares su “Colaborador Cinematográfico”.

Así, el cine mexicano finalmente triunfa en Hollywood, pero ello no eleva ni cambia a la industria mexicana. Si acaso traza una ruta de acción para aquellas cintas con aspiraciones de Oscar (primer paso: alíate con Netflix) pero no modifica a la incipiente industria en México cuya fórmula para hacer dinero sigue funcionando y funcionando bien: filmar comedias románticas sosas pero que tienen gran desempeño en la cartelera.

Ganó Spike Lee

La Academia ya le debía un Oscar a Spike Lee. Queda para la historia la ceremonia de 1990 donde Kim Basinger, antes de leer los nominados a Mejor Película, le dice a todo el auditorio que en esa lista falta una nominada: Do The Right Thing.

Ahora finalmente tiene un Oscar en sus manos y Spike aprovechó el tiempo en el podio no para agradecer sino para hablar justamente sobre la situación racial y sobre, claro, Donald Trump. Spike le pidió a Estados Unidos “Hacer lo correcto”, que no es sino botar a Trump de la presidencia.

Spike además nos regaló otros dos momentos memorables: su retiro del auditorio al saber que Green Book había ganado Mejor Película y la entrevista, copa de champaña en mano, que dio a los medios justo después de ganar su Oscar. ¡Aplausos!

Perdió la lucha por la igualdad racial

La Academia, fiel a su conservadurismo, premio no a la mejor cinta, sino a la más amable, más tersa, más “importante”, a la película cuyo mensaje no perturba a nadie y si edifica. Esa cinta es Green Book, una película indudablemente cómica pero que no aporta nada al tema: muestra al racismo como un problema que se soluciona con unas cuantas chelas y un pollito Kentuchy y no como un mal endémico que sigue padeciendo la nación más poderosa del planeta incluso hoy día.

Pierde el cine

Porque ante el éxito en rating de esta entrega, los años por venir estarán llenos de nominaciones a películas populares (y basadas en cómics) que le quitarán espacio a cintas verdaderamente notables. Pierde el cine porque, al premiar Green Book, la Academia sigue validando a las películas más tersas y facilotas, que no perturben al público pero que sean edificantes, sobre el cine de vanguardia, propositivo, y que exige a los espectadores.

¿Pierde Netflix?

Dos caras de la moneda. Netflix gana porque la narrativa de que el streaming no puede producir cine de calidad, a la altura de unos premios Oscars, queda absolutamente destruida. Y como ellos mismos dijeron en sus redes sociales: esto es apenas el principio. Ahí viene Scorsese con su nueva película bajo el brazo y de la mano del titán rojo de la gran N. Esperen en 2020 la nominación a mejor película para The Irishman.

Por otro lado es cierto que Netflix quería el premio mayor y la academia le puso un alto. Una derrota, tal vez, pero mínima si se compara con todo lo alcanzado. Netflix regresará a Cannes absolutamente validado, se ha puesto al tú por tú frente a los grandes estudios y ya tiene cuatro Oscars en su haber. Nada mal para alguien que hace cinco años ni siquiera figuraba en la palestra. Netflix llegó para quedarse.

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