“El grito, como el hombre, nace desnudo y como el hombre también, es engendrado bajo la hora caliente y brava de la pasión…El grito es la primera manifestación del triunfo y la última de la derrota”. Así se expresaba el escritor y periodista Pablo de la Torriente y Brau, al referirse en un artículo a las porras que se escucharon durante los segundos Juegos Centroamericanos celebrados en La Habana en 1930.

Nacido en Puerto Rico pero avecindado desde pequeño en Cuba, el mismo de la Torriente intenta explica el origen del uso en México del término “porra”: “En días de tremenda agitación política, allá, por los tiempos de Madero –escribió Pablo- los grupos enemigos andaban por la calle armados de porras con que pegar al contrario, y, naturalmente, al encontrarse, se armaba la gran algarabía. De ahí viene el que todo tumulto de gritos se le dé el nombre original y bien castizo de porra”.

En el fútbol americano de México, la porra ha sido siempre una confirmación de pertenencia. Cada equipo ha tenido su grito de guerra característico. “Jauri jú, jaurí já gritan los de Chapingo; “Bon, bon, bon…baribiri bon, bon, bon, vociferaban hace ya bastantes décadas las porristas del Wachachara; Escutia, Suárez Melgar…Escutia, Suárez, Melgar, claman aún los cadetes del Heróico Colegio Militar”.

Pero de las porras mexicanas, el Goya y el Huelum son dos de las más características. Desde 1954, el grito universitario se ha escuchado en los partidos de futbol soccer profesional; pero fue antes, en los emparrillados estudiantiles, donde esta porra, junto con el Huelum politécnico, alcanzó su máxima expresión como sentimiento de identificación y fervor hacia los colores de una escuela. En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, los duelos en las tribunas repletas durante los clásicos Politécnico-Universidad, eran muchas veces tan intensos como las batallas en el terreno de juego.

La tradición dice que el grito de ¡Goya! Surgió en la década de los años cuarenta en las instalaciones de la Escuela Nacional Preparatoria, ubicada en la calle de San Ildefonso en el centro histórico de la ciudad de México. Con ese grito, los jóvenes estudiantes se pasaban la voz para huir de clase e ir al cine Goya, ubicado en la cercana calle del Carmen. Esa versión fue propagada por Luis Rodríguez, mejor conocido como “Palillo”, quien durante muchos años fuera dirigente de la porra universitaria. Sin embargo, la historia es otra.

Una explicación más verosímil sitúa el origen del Goya en el año 1918, a través de un concurso organizado por la propia Escuela Nacional Preparatoria. Leoncio Ochoa, entonces profesor de educación física del plantel y gran impulsor del voleibol y el basquetbol en México, se atribuyó la autoría de la porra, cuyo vocablo inicial era originalmente el de ¡Joya! y no ¡Goya! Ochoa afirmaba que la escuela había organizado un certamen entre los estudiantes y que él mismo había presentado una propuesta, la cual a la postre triunfaría. Según el profesor, el grito fue estrenado el 5 de mayo del mismo año durante una competencia de atletismo. Ochoa explicaba también que el “Cachún” no quería decir nada y era simplemente una palabra pegajosa que servía de enlace con el ¡Rah! ¡Rah!, tan empleado por los colegios estadounidenses.

El 13 de diciembre de 1940 el periódico “El Nacional” anunciaba una edición más del partido de futbol americano entre Politécnico y Universidad. “Nunca como en esta ocasión –decía la nota- hemos visto a los players entrar con más vigor y entusiasmo y todos, absolutamente todos, han lanzado el grito de guerra de Jooooya, Jooooya, cachún, cachún, Rá, Rá, Jooooooya, Universidad”. Esta crónica, por cierto, fue escrita cuando el famoso “Palillo”, supuesto autor de la porra, tenía solamente seis años de edad.

Que el Goya fue usado en la escuela Nacional Preparatoria inclusive antes de que “Palillo” naciera es un hecho irrefutable. El escritor capitalino Baltasar Dromundo narraba en su libro “Mi calle de San Ildefonso”, publicado en 1956, los recuerdos de su vida preparatoriana a principios de los años veinte del siglo pasado: “Valga creer que continúen oyéndose –escribía el también biógrafo de Emiliano Zapata y Ramón López Velarde- rompiendo los cristales del espacio, nuestros gritos de ayer:

‘Shi…ts…pum…Jooooooooya, Jooooooooya…Ca-chun, Ca-chun ra ra…Jooooooooya, Jooooooooya…¡¡¡Preparatoria!!!”.

Existe sin embargo otra referencia que sitúa el origen del Goya o, mejor dicho, del Joya, en la isla de Cuba. El mismo artículo sobre los gritos de los segundos Juegos Centroamericanos, publicado en 1930 en la Revista Archivos del Folklore Cubano, de la Torriente y Brau afirmaba que el Joyá (con acento), había sido utilizado por primera vez a principios de la segunda década del siglo veinte, en los encuentros de fútbol americano en los que participó el Club Atlético de Cuba.

El mismo Pablo, muerto trágicamente en 1936 durante la guerra civil española, se había destacado como hombre de línea de los Anaranjados (también llamados Tigres) del Atlético. Escribió de la Torriente: “El ¡Joooyá!, el más viril y ronco grito de guerra que se oye en Cuba; el que dan los fanáticos por acuerdo unánime y espontáneo en las horas de intensa emoción deportiva; el que deja la garganta desgarrada y la cara violenta, es el grito de los Tigres del ‘Glorioso Anaranjado’ y está íntimamente ligado a las primeras victorias internacionales de Cuba, cuando vinieron a luchar contra los defensores de la bandera negro-anaranjada, los elevens de las universidades americanas del Sur”.

El Club Atlético de Cuba fue creado en agosto de 1909 en el seno de la Asociación Cristiana de Jóvenes de La Habana (YMCA) como respuesta a la prohibición, impuesta por la junta directiva de esa institución protestante, de practicar deportes los domingos. La máxima hazaña del club la consiguió en enero de 1910, cuando derrotó en la capital cubana a la poderosa escuadra de la Universidad de Tulane. El triunfo de 11-0 fue celebrado entusiastamente por lo locales y difundido ampliamente por la prensa norteamericana.

Si efectivamente el ¡Joyá! fue utilizado durante esos primeros encuentros internacionales del futbol americano de Cuba, entre 1910 y 1915, entonces la versión de Leoncio Ochoa quedaría sin validez alguna. Es muy posible que la más universitaria de las porras (adoptada inclusive por la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Juárez de Durango), haya sido también, como lo expresara de la Torriente, el más cubano de los gritos de guerra. Por cierto, la porra original de los Anaranjados del Atlético era la siguiente: “¡Joooyá!...¡Joooyá!”…¡Joooyá! ¡Cachúm cachúm rah rah!

¡Cachúm cachúm rah rah! ¡Joooyá!...¡Joooyá! ¡Atlético! ¡Atlético! ¡Atlético!

Ahora, sobre el Huelum politécnico, la versión oficial le otorga la autoría a Víctor Chambón Burgoa, jugador del primer equipo de futbol americano del IPN, y a un grupo de jóvenes porristas. En una carta firmada por Chambón en 1985, el ex-quarterback contaba que en el año de 1937 se le acercaron los integrantes del primer grupo de animación del Politécnico, para pedirle que creara un grito de guerra. Como los estudiantes por faltar a clase gritaban “¡huelga, huelga! A él se le ocurrió utilizar la palabra Huelum. Se le agregó la frase “A la cachi cachi porra”, pues la policía reprimía con frecuencia las manifestaciones con unos palos conocidos como cachiporras.

Según esta misma versión, fue el 15 de octubre de 1937, cuando el equipo Politécnico se enfrentó a la John Reagan High School de Houston, en el campo del Club España, cuando se gritó por primera vez el Huelum.

Sin embargo son nuevamente las crónicas de de la Torriente y Brau, las que echan abajo esta historia. En el mismo artículo en el que reseña los gritos lanzados durante los segundos Juegos centroamericanos, el escritor cubano escribe que, durante la final del torneo de voleibol, los espectadores mexicanos lanzaron un grito burlón para Cuba que decía así:

¡Cuen lun! ¡Cuen lun! ¡Cuen lun! ¡Gloria! ¡A la cachi, cachi porra! ¡A la cachi cachi porra! ¡Pon pon porra! (un silbido) ¡Porra! Tararí, Tarará…Tarará, Tararí, Tarará ¡Cuba!

Es probable que el cubano confundiera el Huelum con el Cuen lun. Pero lo que no se puede negar es que en 1930 ya existía una porra muy parecida al Huelum. Esa porra, utilizada también por los institutos tecnológicos de Durango y Saltillo, fue inventada por lo menos seis años antes de la fundación del Politécnico.

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