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El martes 17 de octubre, los Celtics de Boston abrieron la temporada ante los Cavaliers de Cleveland, subcampeones de la NBA y su verdugo en la temporada pasada. Fue un duro juego, no sólo por la derrota (102-99) también por la lesión de Gordon Hayward.

Golpe anímico para los de Masachussetts. Caída ante un rival directo y baja por todo el año de un jugador recién contratado para esta campaña por casi 30 millones.

Una segunda derrota consecutiva puso a pensar a los aficionados sobre una posible temporada de fracasos por toda la inversión. Para los Celtics fue un impulsivo para llegar al nivel esperado.

Boston acumula 12 victorias en fila y acecha su mejor registro, con 19 encuentros sin perder de manera consecutiva, logrado en la temporada 2008-09.

Kyrie Irving tomó la decisión más importante de su carrera al abandonar a los Cavaliers y dejar de ser el compinche de LeBron James para convertirse en la cara de una franquicia.

La conexión del guardia con el equipo más ganador en la historia de la NBA fue inmediata. A pesar del débil comienzo, Irving guió a la quintenta que no le respondió. Su desempeño no disminuye; es líder en puntos con 20.3 por cotejo y en robos, con 1.9.

El respaldo del egresado de Duke, ante la baja de Hayward, recae sobre Al Horford y Jaylen Brown. El juego a la defensiva del número 42 de Boston permite que la ráfaga de Irving sorprenda a los rivales. Brown, más discreto, mantiene un equilibrio sobre la duela.

A los Celtics les queda mucha temporada por jugar, 70 duelos para ser exactos, y otras 21 victorias para empatar el récord de la Liga, que mantienen los Lakers de Los Ángeles —sus más odiados rivales—, de 1971-72.

El primer paso comienza esta noche, contra los Nets de Brooklyn, en el TD Garden.

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