En la parte alta del US Bank Stadium, con su espalda recargada sobre el pilar que invita a pasar a quienes tienen boleto de la sección 319, Chris Lupitte toma una cerveza. Es familiar en el Super Bowl, pero un desconocido de la zona donde se encuentra.

Al partido le falta una hora y media para comenzar; para Lupitte, está más cerca el fin del mundo, pues ya no soporta la espera.

En su primera visita a la casa de los Vikings, Lupitte mira con nostalgia el letrero de la sección 317. Su jersey de los Patriots fue bordado con esos números en homenaje al lugar que ocupa en cada partido en el Gillette Stadium.

“Quise comprar lugares de la sección 317 e incluso intenté intercambiar mi boleto con el de alguien más, dando una compensación, a pesar de estar prácticamente a la misma altura, pero no lo conseguí. Es algo que me frustra un poco, pero no quiero que me arruine la noche”, confiesa.

Las secciones 317 y 319 se rozan. Son 100 metros los que separan las bandejas del tercer piso, donde Chris tiene su asiento.

“Aquí voy a estar parado hasta que empiece el partido. Me gusta sentir un poco el ambiente mientras espero, saludar amigos y también desearle suerte a los rivales. Esto es simplemente un juego. Odio los que piensan que hay que pelear”, comparte.

Pero tampoco es cualquier juego para Lupitte. El originario de Boston dice que no es supersticioso. Su actitud es por homenajear al sitio donde cada 15 días, cuando hay temporada, pasa cuatro horas.

Por el boleto, Lupitte pagó 5 mil dólares. Media hora antes del juego, el fan aún buscaba alguien que le cambiara un lugar en la sección 317. Era una cuestión de cariño por el sitio donde ve a sus Patriots.

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