Aunque se resistió a ser boxeadora, bastó un instante en el que bajó la guardia para ser atrapada por el pugilismo, que nueve años después le ha cambiado la vida.

Es campeona supermosca del mundo, presume el cinturón verde y oro del CMB y sonríe cuando recuerda que el boxeo no le gustaba. “Nunca imaginé ser campeona. No imaginé ser boxeadora, pero se dio y he crecido”, acepta para EL UNIVERSAL Deportes .

No se explica por qué es boxeadora, porque nunca le tomó interés. Disfrutaba ver a su hermana (Mariana Juárez) entrenar y pelear “pero no le tenía un amor al boxeo”.

El destino la puso en el camino al ring. “Me decían que podía hacer mucho en el boxeo cuando entrenaba con mi hermana, así que entré para darle una mejor vida a mis hijos, ser algo más”.

Lo ha hecho a medias, porque la parte económica no mejora, aún después de ceñirse el fajín de monarca. “Seguimos igual. A veces nos ven con el cinturón y piensan que ganamos los millones, pero lo triste es que no es así, los sueldos siguen siendo muy bajos. Amo lo que hago, pero ojalá pudiera vivir bien sin tener que recibir golpes”.

La Pequeña Lulú está cerca de cumplir dos años como monarca del orbe. Una hazaña conseguida en plena pandemia de Covid-19 .

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