En el año 2018, luego de sentarme en la antesala de una clínica siquiátrica invisible, miro a mi alrededor, el estado de mi ciudad, la muerte de mis amigos, la decadencia de los ideales, el abatimiento del optimismo civil y me digo: “Teníamos razón, a nuestro pulso siempre estuvo atado un reloj sin manecillas”.