Hoy en la calle vi tanta gente, tantos jóvenes, niños, adultos, con cascos, guantes recién comprados, caminando, en moto o en bici, buscando lugares que pudieran necesitar de su ayuda. Estudiantes de medicina en un auto ofreciendo ayuda. Empresas grandes donando servicios, víveres, medicamentos, insumos y pequeños comercios también donando a todo el que lo necesitara.

El ambiente del México del día después del nuevo terremoto del 19 de septiembre era ambivalente. Hoy vi caras de tristeza, de incertidumbre. Pero también vi sonrisas de quienes sabían que podían ayudar aunque fuera con una lata de alimento o con su aliento. Leí cientos sino miles de mensajes con información sobre dónde y cómo apoyar. Qué hacer y cómo hacerlo. Ante a la lamentable muerte de tanta gente, encontramos los rescates, los niños de la escuela Enrique Rebsamen, símbolo de la tragedia.

Las horas de cansancio y la lluvia no han opacado ni un poco el ánimo de los brigadistas. La gente sigue al pie del cañón. En México hoy han salido todos a prestar su ayuda. El oficinista, el ejecutivo, el obrero, el arquitecto, el abogado, el millenial, el adulto mayor. Todos codo a codo, han buscado la manera de poner algo para, una vez más, rescatar a México.

Sobran voluntarios, sobran alimentos, sobran albergues, sobra la ayuda. Gracias México, porque esos brazos que salen sin ser convocados, sin protagonismos ni estridencias, son los que vuelven a demostrar de qué estamos hechos y porque somos orgullosamente mexicanos.

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