“Me he dado cuenta de algo: tengo cierta obsesión por la talla de ropa que usan los demás. No puedo evitar ver, cuando se quitan la chamarra o se sale de su camiseta la etiqueta, la talla que usan. Eso tiene que ver con que toda la vida estoy imaginando cómo seré yo o cómo me veré yo. Me comparo”. Esto que leen, me lo dijo una paciente hace un par de días.

Quedé impactada, como muchas otras veces me ha pasado en consulta. Me explicaba que ella ha subido y bajado tantas veces de peso que ya no sabe cómo se ve, ya no sabe cómo es. Ella se siente gorda pero la gente cuando la ve le dice que luce más delgada. No les cree. Se ve en el espejo y juzga su panza, sus piernas, sus brazos, su espalda. Tienen grasa, no están tonificados, se ven feos: ella es fea.

Esta vez está dispuesta a perder peso porque el otro día vio a una amiga que le parece súper guapa y justo traía un vestido del cuál se asomaba la etiqueta y alcanzó a ver “talla 6”. Desde ese día ha hecho cálculos y cálculos de cuántos kilos debería perder para cambiar de su actual talla 10 a esa ansiada talla 6. Cree que quizá 10 kilos sean suficientes pero no, mejor 12 así se verá todavía más flaca y por lo tanto más guapa que su ultraperfecta amiga. Ha planeado decenas de estrategias para perder peso: jugos, ayunos, cirugías, ejercicio obsesivo, cero carbos, pastillas… cualquier cosa que le pase por la mente es pequeña para el reto que se acaba de imponer: ser (también) talla 6.

Al final me dijo que al ver la talla del vestido pensó: “¿Seis? Hubiera jurado que era cero o dos. No debo estar tan gorda si sólo nos separan unas pocas tallas”.

Esto que leen opera en una mente perturbada. Una mente dolida por la odiosa moda y la presión social de la que somos objeto las mujeres. Ya no importa cómo nos sintamos, sólo importa cómo nos vemos. En realidad, nos sentimos de acuerdo a cómo nos vemos, eso es aún más triste. Subimos unos kilos, la vida no tiene sentido y todos lo notan(y opinan); bajamos un par y somos guerreras y triunfadoras (aunque nadie nos diga nada).

Debería existir al alcance de todas algo que nos ayude a salir de este “estar a prueba” constante que tanta ansiedad nos genera. Esta paciente vino convencida de que si ella pudiera ser talla 6, talla CH o simplemente poder comprarse lo que le gusta y no lo que le queda, sería mucho más feliz. Esta obsesionada con pasar de ser talla de dos números (10 o 12) a talla de uno sólo, primero 8 y luego 6 o menos. Esa es su meta de este año, no le importa lo que tenga que hacer, para ella no es vivir un camino sino alcanzar un resultado.

Le pregunté si ella creía que siendo talla 6 iba a dejar de compararse con las demás, si siendo talla de una sola cifra se iba a sentir segura y guapa, si al alcanzar este objetivo que me estaba compartiendo creía que iba a dejar de ver las etiquetas de la ropa de las demás… me dijo que no. Sin dudar. Después completó la idea diciéndome que ella está tan maltratada emocionalmente con el tema de peso y la silueta que no hay nada en el mundo que la haga pensar diferente pero que, por ahora, quiere ser talla 6. Todo lo demás le da igual. Me preguntó si la podía ayudar o buscaba a alguien más…

Estamos en tratamiento y espero que poco a poco, paralelo a su trabajo físico, busque ayuda emocional porque su problemática es multifactorial y así debe atenderla. No la pasa nada bien, pero eso no va a cambiar perdiendo 6, 10 o 20 kilos porque su daño es mucho más profundo y complejo. Eso algún día lo tendrá que observar sus miedos y abrazarlos si hace falta…

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