La violencia contra la mujer, particularmente la ejercida por su pareja y la agresión sexual, constituye, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.
Las estimaciones de la OMS indican que alrededor de una de cada tres mujeres en el mundo han enfrentado este tipo de violencia en algún momento de su vida.

En México, el panorama es desolador. La violencia se ejerce no sólo a nivel individual, sino también institucional, en diversos sectores. Aquí algunas de las aristas exploradas por EL UNIVERSAL a lo largo de 2017.

El “robo” de novias en la CDMX

En Santa Ana Tlacotenco, en la delegación Milpa Alta de la Ciudad de México, siete de cada 10 hombres se han robado a una novia, y, según el coordinador de Enlace Territorial, Juan Carlos Nápoles, esta es una práctica “común”.

Ahí, Lilia, hoy de 71 años, fue robada hace 57. Como consecuencia de ese robo hay hasta bisnietos. Un día de finales de mayo de 1961 ella salió de la casa de su padre a vender calabazas, con dos cubetas de siete kilos cada una. Cuando uno de sus hermanos fue a buscarla, regresó con las cubetas vacías y sin su hermana. Javier, de 18 años, cuatro años mayor que ella, la conocía de meses atrás y esa tarde que la vio pasar afuera de su vivienda se acercó y le dijo: “¿Sabes qué...?, pues ya no te vas. Ahora sí te llevo a mi casa”.

La historia se repitió años más tarde, David, de 36 años ahora, se robó a su esposa, nieta de Lilia y de Javier. Él tenía 14 años cuando la conoció y al paso del tiempo decidió robársela.

Desde el censo de 1940, la década en que nació la pareja, en Milpa Alta se puede observar la tendencia de unión entre mujeres jóvenes y hombres mayores. Había casi 4 mil mujeres “hasta los 19 años” que estaban en unión libre con hombres mayores que ellas. Incluso había 211 mujeres de 14 años casadas por el civil con hombres mayores de edad.

Chiapas y Guerrero: compra y venta

En Chiapas, la tercera parte de la población pertenece a un pueblo originario. De ese 33%, más de la mitad son mujeres a quienes se les viola el derecho a decidir en los espacios públicos y sobre su vida en pareja y su cuerpo, además de enfrentar discriminación múltiple.

En ese estado encontramos la historia de Hermelindo, quien ha pagado 8 mil 150 pesos por comprar a dos mujeres en sus 51 años. Una para él, por 150, Estela, su esposa, en los años 80. Otilia fue la otra. Hermelindo pagó la primera vez, dice, para unirse de por vida con Estela. La segunda vez para que su hijo, quien “conoció el amor”, no tuviera que separarse. En ambos casos escuchó el precio que fijaron los padres y pagó.

Es prácticamente una herencia familiar: su padre y su abuelo hicieron lo mismo. “Es la costumbre. Hasta la fecha cobran por sus hijas a la hora que se van a casar. Ahorita piden 10 mil o 14 mil pesos”, explica sentado frente a la casa de su hija mayor, Trinidad, de 20 años, quien no ha afrontado la vulneración de su derecho a decidir si quiere o no hacer vida conyugal, porque “nadie ha pedido precio” por ella a Hermelindo.

Ironía: aunque su padre pagó por una esposa, aunque tuviera un comprador él sería incapaz de vender a su hija. Trinidad habla poco español y no fue a la escuela. No sabe leer ni escribir. Se cubre el rostro cuando la ven hablando con hombres y dice que no sabe qué es el amor. Habla tojolabal desde niña y teje bolsos y blusas para vender. Ríe cuando le preguntan si se va a casar. Sabe que su padre compró a su madre y su cuñada, y repite que así es la costumbre: “¿Qué se le va a hacer?”.

Desde la emisión de la alerta contra la violencia de género a junio de 2017, la Fiscalía de Justicia Indígena de Chiapas registró 59 denuncias de violencia. La violación abarca casi la mitad de los expedientes. El promedio de edad de las víctimas es de 15 años, en su mayoría solteras y estudiantes.

En el estado de Guerrero, justo donde se ubica el segundo municipio con el Índice de Desarrollo Humano más bajo de América Latina, sucede: se compran esposas-niñas. Es el municipio donde “sus hombres” llegan a pagar hasta 180 mil pesos por una adolescente para hacerla “su mujer”. O bien, los padres pagan esta cantidad para que sus hijos tengan una esposa virgen y menor de 15 años. Generalmente en contra de su voluntad y violando su derecho a decidir si quieren o no hacer vida en pareja y con quién.

De acuerdo con el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, en los últimos 17 años unas 300 mujeres han tenido que casarse bajo estas condiciones en el estado.

Maternidad violentada

Diana fue víctima de violencia obstétrica, la cual aqueja a 33.4% de las mexicanas de 15 a 49 años que tuvieron un parto de 2011 a 2016, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre las Dinámicas de las Relaciones en los Hogares del Inegi. Los estados que ocupan los primeros lugares con más incidentes en el parto son: Ciudad de México, Querétaro, Morelos, Tlaxcala y Estado de México.

Ella acudió por la disminución del movimiento de su bebé al Hospital General Doctor Rodolfo Antonio de Mucha Macías —conocido como el Hospital Venados—, en la Ciudad de México. Durante su estancia sufrió la realización del tacto sin su autorización y de forma violenta, así como regaños, dilación en la atención y falta de explicación de su estado médico y de su hijo. Diana estuvo 10 horas con su hija muerta en el vientre porque “no era urgente” atenderla.

Una de cada tres mujeres en el país enfrenta violencia obstétrica, una forma específica de violencia que se genera en el ámbito de la atención obstétrica en servicios de salud públicos y privados, consistente en cualquier acción u omisión del personal del Sistema Nacional de Salud que cause un daño físico o sicológico a la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, que se exprese en la falta de acceso a servicios de salud reproductiva, trato cruel, inhumano, degradante o un abuso de medicación, menoscabo de su capacidad de decidir con libertad e información sobre procesos reproductivos. Este tipo de violencia contra la mujer es una de las menos visibilizadas.

Amar a golpes

En 2017 las redes sociales contribuyeron a que las situaciones de acoso y agresiones fueran más visibles. En México, los datos mostraron que las mujeres no están seguras en las calles ni en sus casas. Tampoco en el transporte público.

A Gaby, su esposo casi la mata a golpes. Su matrimonio de 15 años se acabó el día en que su agresor la golpeó con un tubo y le apuntó con una pistola. Ahora vive en un refugio. Cada año, en promedio, mil 760 mujeres y niños llegan a un refugio por maltrato intrafamiliar, de acuerdo con el Censo de Alojamientos Sociales de Inegi.

La violencia de pareja es el común denominador en un amplio sector de la población mexicana.

De las 106 mil 223 mujeres que encuestó Inegi en 2016, 14 mil 664 afirmaron que en algún momento de su relación sufrieron empujones o jalones de cabello por parte de su pareja; 11 mil 696 aceptaron haber recibido bofetadas y 3 mil 154 declararon que sus compañeros sentimentales intentaron asfixiarlas o incluso ahorcarlas. El 79% no pide ayuda, según el Inegi.

En la CDMX ocho de cada 10 mujeres que padecen agresión en el transporte público viajan solas. El problema se ha minimizado. La perspectiva de los hombres es que es responsabilidad de la mujer.

Feminicidios

De acuerdo con datos recientes de ONU Mujeres México, los homicidios de mujeres se duplicaron de 2006 a 2016.

El asesinato de Mara Castilla en Puebla fue uno de los casos más estremecedores. La encontraron en un barranco, envuelta en una sábana de hotel y con rastros de violencia física y sexual. La joven fue secuestrada por un conductor de Cabify, llevada a un hotel y a la casa de su feminicida, en Tlaxcala, para luego ser arrojada en la tierra.

Su cuerpo fue encontrado siete días después de la desaparición.

En Ciudad Juárez, el lugar emblemático de los feminicidios, la pandemia se desató este año de nuevo sin control.

Antes de concluir 2017 se registraron (a noviembre) 86 homicidios de mujeres, 33.7% más que en 2016: 57; 913 han sido asesinadas desde 2010.

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