Una primera consecuencia del encuentro de ayer, el primero entre López Obrador y Donald Trump en la Casa Blanca, es que México, como país y como palabra, salió del estereotipo y el adjetivo negativo en el que se le ha encasillado en las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, para colocarse como algo positivo. El nombre de México como nación se volvió ayer un concepto codiciado y al que los dos candidatos a la presidencia del país más poderoso del mundo, lo mismo el demócrata Joe Biden , como el republicano y oficialista Donald Trump, consideran necesario reconocer y halagar no necesariamente porque lo crean, sino porque les conviene reconocer a México como la llave para ganar el voto electoral de los chicanos o México-americanos, estimado en más de 30 millones de posibles votantes en la elección de noviembre próximo.

El que Donald Trump por primera vez en su existencia —no sólo de presidente sino en toda su vida— se haya mordido la lengua y haya evitado proferir adjetivos negativos y descalificaciones como los que siempre ha utilizado para referirse a México y a los mexicanos, es sin duda un logro importante tal vez más de las circunstancias y el contexto, que de la visita del presidente López Obrador. En todo caso, el mérito sería de los mexicanos que radican en los Estados Unidos y que, a fuerza de trabajo, sacrificios, discriminaciones y maltrato, se han ganado a pulso el reconocimiento que ayer, convenencieramente les dedicó Trump, al hablar de una “maravillosa comunidad de ciudadanos mexico-americanos que son dueños de negocios” y contribuyen a la economía del país que también los acogió y les brindó la oportunidad de vida y crecimiento que no tuvieron en su nación de origen.

Y, como al final, esta primer visita a Washington del presidente mexicano se produjo en medio de una reñida y cerrada contienda por la presidencia, la reacción del candidato demócrata, Joe Biden, no pudo ser más favorable y positiva para México y los mexicanos: “Trump lanzó su campaña en 2016 llamando violadores a los mexicanos. Él ha propagado el racismo contra nuestra comunidad latina desde entonces. Necesitamos trabajar en sociedad con México. Necesitamos restaurar la dignidad y la humanidad de nuestro sistema de inmigración. Eso es lo que haré como presidente”, dijo el abanderado del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos. Por eso decimos que ganó México porque ayer —y muy seguramente será ese el tono en las campañas— los dos candidatos presidenciales del país vecino dejaron en claro lo mucho que les interesa el voto latino y mexicano, algo que evitará que nos vuelvan a agarrar de “piñata” como lo hizo Trump en 2016.

Muy distinto el balance de la visita si se piensa en lo que transmitió en su primera vez en la Casa Blanca el presidente mexicano. A López Obrador no le fue mal para sus objetivos y su pragmatismo porque logró lo que se había propuesto: una visita tranquila, sin sobresaltos ni sorpresas de Donald Trump y por el contrario llena de elogios y de flores para él, para el T-MEC y hasta para su “triunfo histórico” que acaba de conmemorar dos años. No fue la reunión de exabruptos y golpeteos que muchos pensaron y, como dijo el propio mandatario mexicano, se equivocaron los que apostaron a que habría pleito entre él y el impredecible presidente de los Estados Unidos por sus diferencias ideológicas. Sin embargo, que le haya salido bien su cálculo político y la planeación de su primera visita a Washington, no significa que todo vaya a ser positivo para Andrés Manuel.

Tantos elogios y lisonjas al presidente más antimexicano que haya habido en la época reciente y el haber pronunciado frases tan mentirosas como que Donald Trump “siempre ha ayudado a los mexicanos” y que sólo ha tenido para nosotros expresiones de apoyo y amistad, es algo que internamente tendrá un costo inevitable para el presidente López Obrador. Aunque para él resulte pragmático alabar al presidente de los Estados Unidos y llamarle “amigo entrañable”, además de compararlo con Abraham Lincoln y con George Washington, para el común de los mexicanos —y eso está probado en encuestas— Trump es un personaje odioso y nada querido por las innumerables expresiones de racismo, odio y discriminación que ha tenido hacia nuestro país y hacia nuestros paisanos migrantes.

Porque aunque López Obrador se haya olvidado completamente de hablar de los migrantes mexicanos, de los dreamers y de que millones de compatriotas aquí y del otro lado del Río Bravo pertenecen a familias de indocumentados, para privilegiar su “amistad entrañable” con Trump y mantener así el apoyo del actual presidente de EU para su proyecto político de la 4T, la realidad es que se puede valorar su habilidad y pragmatismo para metérsele al inquilino de la Casa Blanca y conseguir incluso que lo elogie, pero difícilmente la mayoría de los mexicanos aprobarán y avalarán un discurso que diga que “Trump es el mejor amigo de México y de los mexicanos”, como lo fue a decir hasta la Casa Blanca nuestro presidente.

Lo más delicado es que, en el dilema entre mantenerse al margen de la elección estadunidense o tomar partido, el presidente de México claramente optó por votar desde la Casa Blanca a favor del candidato republicano al mencionar en su discurso dos frases que claramente parecieron un espaldarazo abierto a Donald Trump en su campaña por la primera reelección para Presidencia: la primer frase fue cuando, hablando del presidente Abraham Lincoln, a cuyo memorial fue ayer a ponerle flores, López Obrador haya recordado sí que fue quien abolió la esclavitud, pero de manera innecesaria aunque claramente intencional, recordó que Lincoln fue “un gran presidente Republicano”. Luego, más adelante, al hablar del propio Trump y de su enorme amor y apoyo hacia México, lo comparó con George Washington —nada menos que el líder militar e ideológico de los Patriotas de las 13 Colonias que hicieron posible la independencia de los Estados Unidos— al comentar que Trump no aplica la doctrina Monroe (“América para los americanos”) sino que respeta y no se aprovecha del infortunio de los pueblos. Si eso no fue un voto abierto del presidente mexicano a favor del candidato del Partido Republicano, que me digan entonces qué fue.

Así que el balance de la primer visita de AMLO a la Casa Blanca —donde por cierto habló de corridito y sin las largas pausas a las que nos tiene acostumbrados— es variopinto y de claroscuros: a México y a los mexicanos no les fue mal y por el contrario salimos del estereotipo y las referencias negativas en el discurso político estadounidense; a López Obrador tampoco le fue mal porque consiguió su cometido a fuerza de pragmatismo y ofrendándole flores a Lincoln, a Juárez y a Donald Trump; y en todo caso veremos, más temprano que tarde, cuál es el costo que paga un presidente mexicano que se olvidó de ofensas, amenazas, sometimientos y racismo, y que prefirió ignorar la lucha de muchos mexicanos inmigrantes en los Estados Unidos, a cambio de unas palmadas en la espalda de su nuevo mejor amigo, el inquilino de la Casa Blanca.

NOTAS INDISCRETAS…

La primera lectura, a bote pronto, diría que la detención de César Duarte Jáquez ayer en Miami, fue un “regalo” del gobierno de Donald Trump para el gobierno mexicano. Anunciada justo en el marco de la visita de López Obrador y comunicada directamente a Marcelo Ebrard por el secretario de Estado, Mike Pompeo, todo apuntaría a que en Washington quisieron compensar el lustroso discurso que le dedicó el presidente mexicano a Donald Trump. Pero si se analiza bien el tema, sobre todo desde la óptica de la política mexicana, no queda claro si detener y extraditar al exgobernador priista de Chihuahua es un regalo para la 4T o para el PAN y los panistas, que fueron los primeros y los únicos que investigaron y procesaron a Duarte Jáquez y que siempre alegaron su culpabilidad en el saqueo de recursos del erario de Chihuahua y el financiamiento ilegal a las campañas del PRI. En ese sentido Javier Corral, el actual mandatario chihuahuense, sería el más beneficiado con la inminenten extradición de Duarte, a quién siempre acusó y persiguió primero desde su campaña y luego como gobernador. Por lo demás, si el ganador no está muy claro con esta detención, el perdedor está más que clarísimo: el PRI. Todo el desgaste y el golpeteo que vendrá tras el regreso de César Duarte a México, para ser juzgado por delitos de corrupción, será para el partido tricolor. Si ya con Emilio Lozoya y la corrupción de Pemex, el priismo estaba en calidad de apestado, con Duarte y su millonario saqueo en Chihuahua a los tricolores los van a ver como leprosos. Valdría la pena preguntarse, en ese sentido, a quién beneficia la lucha anticorrupción del presidente López Obrador y de la 4T: ¿sólo a Morena y al propio Presidente o también, sin querer, le están haciendo el juego al PAN, porque hasta ahora no hay ningún caso de corrupción o detenido vinculado a los blanquiazules pero sí varios “peces gordos” que pertenecieron al PRI y por lo tanto dañan directamente a su partido. No vaya a ser que los panistas, que son la principal oposición y la más aguerrida del lopezobradorismo, resulten los ganones de los golpes contra la corrupción de la 4T….Los dados mandan Serpiente doble. Caída libre.

sgarciasoto@hotmail.com

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