Quienes hacen favor de leerme saben que no soy un entusiasta de la demagogia que reza que un político vale la pena por el mero hecho de ser joven, ni que necesitamos más jóvenes en la política, etcétera. No obstante, cada cierto tiempo veo algunos casos de políticos jóvenes que me devuelven optimismo por su valentía, su dedicación o su profesionalismo. En días recientes seguí de cerca un recorrido de campaña de la diputada federal Cynthia López Castro, aspirante al senado. La distingue su toque popular y su facilidad para conectar con todo tipo de electores en las zonas más diversas de la capital. Pasa de un extremo a otro de la ciudad infatigablemente para pedir el voto a favor de la alianza opositora y obviamente, a favor de ella misma. Ha sido diputada local, dos veces diputada federal y ahora es muy probable su llegada al Senado. Asombra, pero no sorprende, el crecimiento político de esa activista social a quien vi por primera vez movilizando gente en las colonias populares hace casi veinte años.
Otro caso es el de la diputada local Lorena de la Garza en Nuevo León. No tengo el gusto de conocerla, pero empezó a darse a notar a nivel nacional cuando no se dejó intimidar por las amenazas del gobernador de su estado. Originalmente, el gobierno estatal le ofreció dinero para cambiarse a la bancada de Movimiento Ciudadano, pero ella lo vio como un fraude a sus electores y no se prestó al oportunismo político que caracteriza a tantos políticos de su misma generación. La diputada no nada más no permitió que la extorsionara el gobierno estatal (a pesar de que amenazó a su familia), sino que Lorena de la Garza se dedicó a denunciar los atropellos de su gobernador en todos los medios de comunicación a su alcance. Prensa, radio, televisión, canales de internet, redes sociales, etcétera. Ella se ha convertido en una de las críticas más consistentes de las irregularidades en la gestión del estado de Nuevo León. Todos los días aparecen videos de ella dando seguimiento a las deficiencias del servicio público en su localidad y ahora, de sus actividades en campaña.
La semana pasada también estuve en un mitin de la jovencísima candidata a diputada local por Coyoacán, Sara Mejía. Vi una política de corta edad, una ingeniera dispuesta a servir a su comunidad y a sus barrios con todo el empeño y energía de la juventud. Ahí estaba acompañada por Alan Alvarado, el presidente del PRI en Coyoacán. Noté en ellos la disciplina de una generación que quiere hacer política militante, profesional, y no jugar a la ficción ciudadana. Trataron el tema del agua con responsabilidad y seriedad, dando prioridad a la atención de sus vecinos.
Finalmente, quiero dedicar unas palabras a Cristopher James Barousse. El sexenio pasado fue dirigente juvenil, pero en años recientes estuvo injustamente encarcelado por una persecución política orquestada en su contra. Ya fue absuelto por la justicia y apenas ayer se presentó en un evento del exgobernador Javier Corral para encararlo y reclamarle su encarcelamiento. Se requiere muchísimo valor para hacer lo que hizo Cristopher y presentarse en público a denunciar lo que padeció. Su testimonio debe servir para entender mejor los numerosos inconvenientes de un poder judicial sometido al ejecutivo, y la necesidad de que en México se revisen cuidadosamente los casos de los presos políticos. Lo acontecido con Cristopher es una advertencia de que la política en México todavía no es una actividad que siga los cauces de las naciones civilizadas, pero también es un ejemplo esperanzador de que las adversidades pueden fortalecer a quienes hacen política. Dejo al lector estos testimonios invitándole a dar seguimiento a la trayectoria de estas figuras públicas.