Se acaba de anunciar que la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación atrajo el caso de la elefanta “Ely”, que desde hace años permanece recluida (está presa, en realidad) en el zoológico de San Juan de Aragón. El ejercicio de la facultad de atracción de la Suprema Corte fue debido a la solicitud del ministro Juan Luis González Alcántara, quien se ha caracterizado por sostener posturas vanguardistas en materia de derechos humanos. Sin duda alguna se trata de una buena noticia.

Lo es no solamente porque quizá el fallo de la Corte pueda mejorar las condiciones de vida de la elefanta Ely (que desde 2018 fue aceptada en un santuario de elefantes en Brasil, en el que podría convivir con otros de su misma especie y estaría en libertad), sino porque es la gran oportunidad de la justicia federal mexicana para establecer de una vez por todas el reconocimiento de los derechos de los animales. El caso de Ely puede constituir el gran precedente histórico para dibujar un “constitucionalismo animal” o “constitucionalismo del reino animal” que tanta falta le hace a la teoría jurídica de nuestros días. La actual integración de la Primera Sala, de mayoría claramente progresista, permite augurar que sus integrantes no van a desperdiciar esta gran oportunidad.

Desde hace años existe un amplio consenso científico y filosófico sobre la capacidad de muchos animales de tener conciencia, de poder experimentar placer y dolor, de poder tener una existencia reflexiva en la que buscan desarrollar todo su potencial. No solamente se ha comprobado la inteligencia de muchos animales, sino que algunos de ellos son capaces de desarrollar alguna modalidad de imaginación y experimentar su propio mundo mental, tal como sucede con los seres humanos. Esa sería una razón suficiente (aunque hay muchísimas más) para proceder sin matices al reconocimiento de los derechos de los animales.

La Suprema Corte al resolver el caso de Ely deberá analizar cuestiones de índole procesal y temas de carácter sustantivo. En lo procesal es necesario reconocer que, dado que los animales no tienen voz propia con la que defenderse, es indispensable tener esquemas de legitimación lo más amplios que sea posible para que cualquier persona pueda velar por la protección de sus derechos acudiendo a cualquier instancia administrativa o procesal a defender a un animal.

Por otro lado, la Corte debería aprovechar la ocasión para construir estándares sustantivos que dejen claro que los derechos de los animales son tan esenciales como los derechos humanos, de modo que no puedan ser violados por consideraciones que les son ajenas (tal como lo dijo Kant respecto de todo ser humano, al delinear su segundo imperativo categórico). Los animales no pueden ser considerados como meros instrumentos para entretener o divertir a los humanos, como durante tanto tiempo se hizo en los circos o se sigue haciendo en los zoológicos. Tienen una vida propia que debemos respetar y deben estar en condiciones para que su existencia no esté marcada por la esclavitud, el dolor y la crueldad, como lo ha sufrido Ely durante tantos años.

El análisis que hará la Corte afortunadamente no partirá desde cero. Hace algunos años fue precisamente la Primera Sala la que reconoció que la prohibición de peleas de gallos en el estado de Veracruz tiene pleno fundamento constitucional. En otro precedente sobre la tauromaquia en Nayarit la Corte afirmó que el bienestar y la protección animal pueden concebirse como verdaderos bienes constitucionales. Incluso se ha avalado la prohibición del uso de mamíferos marinos (delfines y lobos marinos) en espectáculos itinerantes debido a la alta mortalidad y el sufrimiento que supone su traslado.

Esos precedentes hacen suponer que las condiciones para una sentencia garantista están dadas y que ha llegado el momento el dar un gran paso en la materia.

Desde el derecho, los animales nos ayudan a repensar los fundamentos del orden jurídico. Específicamente, el debate sobre los derechos de los animales nos convoca a examinar con una nueva mirada el tema de los sujetos y el fundamento de los derechos.

Para el tema de los sujetos, tenemos que partir de todo lo que hoy sabemos sobre esa discriminación y segregación que se llama especismo, que es una manifestación semejante a lo que a lo largo de la historia se ha aplicado a los propios seres humanos: racismo, sexismo, etcétera. Ha llegado el momento de terminar con eso y permitir que Ely sea por fin libre.

Abogado constitucionalista

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