El debate chilango entre Clara Brugada, Santiago Taboada y Salomón Chertorivski no reveló propuestas nuevas ni estrategias políticas de cambio o mejor gobierno. Fue una conversación plana, en la que Brugada no se comportó como la puntera ni Taboada como el que está seguro de que va a remontar.
Las revelaciones que sí fueron evidentes son las relacionadas a la ausencia política en el discurso de los liderazgos de cada fuerza política, pero principalmente se dio en torno a la ausencia de la figura que representa Andrés Manuel López Obrador. Del lado de Brugada, si bien se hizo referencia constante a la continuación de la 4T en la CDMX, no figuró el obradorismo como bandera de la candidata. Como si la plataforma política de Morena en la Ciudad de México hubiera comenzado hace un sexenio y no hace 24 años con el propio López Obrador.
Pareciera que Clara Brugada aprendió la lección de 2021 con respecto a que la figura del presidente en la Ciudad de México ya no es la del jefe de Gobierno que hizo un segundo piso y construyó el Metrobús, sino la del presidente que ha fallado. La permanente polarización que hay todos los días en Palacio Nacional no fue utilizada en el debate chilango.
Y entonces Brugada tuvo que pelear con sus propias armas. Intentó hablarles a las clases medias y convencer que, en su gobierno, el empresariado debe estar tranquilo. A pesar de venir de gobernar una de las alcaldías con más pobreza, entiende que la diversidad de clases sociales capitalinas tiene también una diversidad de necesidades.
Parte de la seguridad de Morena en el país para afirmar que tienen ganada la elección porque gobiernan 23 de los 32 estados. Tener el 60% de los gobiernos estatales te permite polarizar con el discurso. Pero en la Ciudad de México no sucede lo mismo. La oposición lleva ventaja de no ser por las renuncias de Rubalcava y Cuevas a sus partidos. Brugada parece entender bien que no puede polarizar con tanta impunidad como lo hace Sheinbaum o el propio presidente, sino que tiene que hacer una campaña que vaya mucho más allá del discurso. Lo malo es que, no obstante de comprender esto, prefirió concentrarse en atacar a su oponente.
Para Morena, ganar o perder la Ciudad de México es determinante para el ejercicio de la Presidencia. No solo porque en la capital residen los tres poderes, sino porque precisamente –aunque quieran separarse de su pasado y origen perredista– fue el gobierno de Andrés Manuel el que marcó un antes y un después para los capitalinos. Claudia Sheinbaum, por ejemplo, intenta capitalizar permanentemente que ella acompaña a AMLO desde el inicio del milenio. Brugada, al parecer, no tiene de dónde presumir su obradorismo.
Por su parte, Taboada tampoco utilizó el recurso de atacar al presidente de México ni sus políticas. En la misma línea que Brugada, Taboada parece tener claro que a los chilangos ya no hay que convencerles de lo que representa el obradorismo. Y por ello se dedicó a hacer ataques específicos contra su oponente.
Hubo otro tema ausente en el debate chilango: la polarización de las clases sociales y/o la división entre fifís y el pueblo bueno. A pesar de que gobernaron alcaldías diametralmente distintas en cuanto a lo económico, ni Brugada ni Taboada le hablaron específicamente a uno de los sectores. A pesar de lo vacío de propuestas y lo cargado de ataques, hay que celebrar que en la Ciudad de México la candidata y candidato con posibilidades reales de hacerse de la Jefatura de Gobierno no ven en la división social la carne de cañón que su campaña necesita.
El tablero político parece moverse. El obradorismo se acabó en la Ciudad de México. La pelea gira en torno a la fuerza política que se quedará con la jefatura de Gobierno, a diferencia de la Presidencia, no importa la figura de Andrés Manuel, importa quien asumirá ese nuevo papel.
@MaiteAzuela