De acuerdo a una definición de diccionario, listillo es alguien “que se muestra más hábil que los demás para sacar provecho de algo y, a menudo, a costa de ellos” (VOX), o bien que es “hábil para sacar beneficio o ventaja de cualquier situación” (Real Academia).

Una vez más, el presidente López Obrador ha evidenciado que es un listillo que, en el ánimo de no aceptar ninguna derrota, real o aparente, trata siempre de darle la vuelta a sus responsabilidades constitucionales y legales. Aceptar los errores o las ilegalidades que frecuentemente cometen él, su gobierno, su dócil y servil mayoría parlamentaria y su partido, simple y sencillamente es algo que no forma parte de su esquema mental y mucho menos de su lógica política.

Si la Suprema Corte anula una ley, como ocurrió con el “Plan B”, porque se atropellaron todos los procedimientos legislativos, su única posible respuesta es que la Corte está en contra de su “movimiento de transformación” y porque solo buscan defender privilegios. Si algún juez ordena la liberación de alguno de sus enemigos políticos porque se le violaron derechos fundamentales en el proceso penal, entonces es porque es un corrupto y un defensor de corruptos. Si su partido pierde alguna elección, es porque se ha cometido un robo producto de un fraude en su contra. Si el INE o el Tribunal Electoral determinan que ha cometido una más de sus incontables violaciones a la Constitución por intervenir con sus dichos en los procesos electorales, la única razón concebible para el mandatario es que esos órganos responden a intereses oscuros e inconfesables.

Además, el presidente es un maestro para tratar de sacar provecho de sus tropiezos y siempre, invariablemente, lejos de reconocer sus errores, construye narrativas en su beneficio. A la SCJN hay que desaparecerla y elegir popularmente a sus miembros, al INE hay que destazarlo, al INAI desaparecerlo porque no sirve para nada, a los “enemigos” estigmatizarlos y lincharlos mediáticamente en su conferencia de prensa matutina, que para eso fue creada…

En los días pasados vimos el enésimo ejemplo de lo anterior. La semana pasada, la recientemente renovada Comisión de Quejas y Denuncias del INE emitió una nueva medida cautelar contra López Obrador por las manifestaciones que hizo sobre Xóchitl Gálvez en las conferencias de prensa matutinas de los días 7, 8 y 13 de septiembre, por considerar que podrían estar violando los principios constitucionales de neutralidad, imparcialidad y equidad. Por eso ordenó que se elimine o modifique el contenido de dichas conferencias en todas las plataformas oficiales. Además, se dictó una medida cautelar de tutela preventiva, ordenándole al presidente que se abstenga de volver a realizar esos dichos en el futuro para no poner en riesgo los principios democráticos de equidad que deben regir el proceso electoral. Y finalmente se ordenó también que de aquí en adelante antes de inicio de las “mañaneras”, se haga público un mensaje en donde se le señale al público que en esas transmisiones está prohibido que quienes participan —en primer lugar, por supuesto, el presidente— hagan manifestaciones de índole político electoral que puedan influir en las preferencias de los electores.

El Presidente cumplió y desde esta semana antes de subir al estrado se transmite un mensaje que transcribe la prohibición que para los servidores públicos establece el artículo 134 de la constitución, pero fiel a su estilo inmediatamente después se emite un segundo mensaje que reza: “Si eres conservador y estás en contra de la transformación del país, porque quieres que regresen los fueros y los privilegios de unos cuantos, y que continúe la corrupción, el clasismo, el racismo y la discriminación, te recomendamos que no veas este programa, porque puede causarte algún daño psicológico, emocional o afectar los intereses que defiendes”.

Una vez más López Obrador reitera que actúa más como un líder de facción, como un jefe de campaña o como el dirigente de un movimiento y no como el jefe de gobierno que es —o debería ser—. En efecto, olvida que es el Presidente de todas y todos los mexicanos, de quienes son afines o no a él y a su proyecto (aunque no se trata de algo nuevo, pues siempre se ha comportado así).

Nadie puede anticipar el desenlace de la compleja elección que está en curso, pero, lamentablemente, desde ahora se puede saber que las violaciones presidenciales han sido y serán uno de sus rasgos distintivos.

Investigador del IIJ-UNAM

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.