Son tiempos oscuros para los migrantes en Estados Unidos. Después de haber sido provocado por Marjorie Taylor-Green, una congresista trumpista, durante su informe de gobierno, Joe Biden se refirió a los inmigrantes indocumentados como “ilegales”, rompiendo un tabú discursivo del partido demócrata. No es casualidad. Los inmigrantes en Estados Unidos se han vuelto el objetivo de una campaña de descalificación e injuria prácticamente sin precedentes. Nadie ha hecho más que Donald Trump por ensuciar la reputación de la comunidad inmigrante. El fin de semana, Trump dijo que algunos inmigrantes no merecían ser considerados humanos. “No son gente (…) son animales”, dijo Trump frente a una multitud en Ohio. Esto, después de que hace semanas declarara que los inmigrantes “envenenan la sangre” del país, una referencia fascista.

Conforme avanza la campaña presidencial, Trump ha vuelto a referirse a casos específicos de migrantes para sugerir una supuesta tendencia más amplia. No solo eso. Trump ha utilizado la presión migratoria en la frontera para alimentar los temores sobre lo que él y sus partidarios llaman “una invasión”. Los migrantes, ha sugerido Trump, son criminales, exconvictos o gente con problemas de salud mental. "Vienen de cárceles y vienen de prisiones y vienen de instituciones mentales y vienen de manicomios y son terroristas", ha dicho.

Por desgracia, el discurso incendiario trumpista ha tenido eco entre la población. Según una encuesta del Centro Pew, el 57% de los estadounidenses opinan que el número creciente de migrantes que tratan de entrar a Estados Unidos ha derivado en un incremento en la violencia.

La retórica política echa leña al fuego, pero lo hace sin respeto alguno por los hechos. Lo cierto es que no hay datos que confirmen la alarma trumpista. Mucho menos para justificar el temor de que la presencia de la comunidad inmigrante –y ni siquiera la indocumentada o de reciente ingreso– provocan un incremento en la criminalidad.

Por el contrario.

La evidencia indica que los inmigrantes, incluidos los indocumentados, no contribuyen a aumentar los índices de delincuencia. Así lo resume el Consejo Americano de Inmigración.  “Desde hace más de un siglo, múltiples estudios afirman que los inmigrantes son menos propensos a cometer delitos graves o a ser encarcelados que la población nativa”, explica. “Además, los altos niveles de inmigración tienden a corresponderse con índices más bajos de delitos violentos y contra la propiedad”.

Los estudios, en efecto, son numerosos. En el 2020, un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences revela que los inmigrantes indocumentados presentan índices más bajos de delitos violentos en comparación tanto con los ciudadanos nacidos en Estados Unidos como con los inmigrantes legales.

En un artículo reciente, el Washington Post refiere al trabajo de los criminólogos Graham Ousey y Charis Kubrin, autores de "Immigration and Crime: Haciendo balance", quizá el libro definitivo sobre la migración y el crimen en Estados Unidos. El libro analiza “más de dos décadas de investigación sobre inmigración y delincuencia”. La conclusión no podría ser más reveladora. De acuerdo con el Post, Ousey y Kubrin encontraron “que las preocupaciones de larga data sobre la inmigración como fuente importante de delincuencia son infundadas". El análisis va más allá: “De hecho, las comunidades con más inmigración tienden a tener menos delincuencia, especialmente delitos violentos como el homicidio”.

¿El broche de oro? Una triste ironía: los datos sobre la importancia capital de los inmigrantes en la economía estadounidense. Los datos de la propia Oficina de Presupuesto del Congreso revelan que el aumento de la inmigración deriva en una mayor demanda y mano de obra que fortalecerá la economía estadounidense con una inyección impresionante de alrededor de 7 billones de dólares en los próximos diez años.

Así las cosas: los “animales” criminales de Trump respetan más la ley que los estadounidenses nativos. Y no solo eso. Son pilar de la economía del país.

No que algo de esto importe al energúmeno que alimenta la política del agravio. A Trump lo que le importa es el rédito del miedo. El resto –es decir, la realidad– son migajas que sacudirse.

@LeonKrauze

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