Gran conmoción causó la noticia del fallecimiento de Norma Lizbeth Ramos, una adolescente de catorce años que sufría de acoso escolar, fue golpeada con saña por una compañera de clase, a las afueras de su escuela en Teotihuacán, Estado de México. El video es estremecedor. Mientras Norma Lizbeth es golpeada con lo que parece ser una piedra, se puede observar a muchos niños y niñas alrededor que no hacen nada por detener la agresión. Todo lo contrario, se escuchan gritos apoyando a la agresora: “dale más fuerte”, “dale en la cara”. Las autoridades de la escuela sabían que la niña sufría de acoso y no hicieron nada.

Lo que sucedió en Teotihuacán, por desgracia, no es un caso aislado. En años recientes hemos visto con preocupación un aumento en la frecuencia y dramatismo de los reportes en medios de comunicación sobre casos de violencia entre pares en las escuelas, conocida coloquialmente como “bullying”. Lamentablemente no estamos hablando de una percepción, sino de una realidad. Los resultados de la prueba escolar PISA del 2018, revelaron que 2 de cada 10 estudiantes había sido víctima de acoso. Según el INEGI, de 2017 a 2019, el ciberacoso se incrementó un 32% a nivel nacional entre menores de entre 12 y 17 años. Ahora, debido a las redes sociales, el acoso lo pueden sufrir también en su casa.

Claramente estamos ante una situación inaceptable. Como sociedad, no podemos admitir que nuestros niños pierdan su tranquilidad. No podemos permitir que nuestras escuelas dejen de ser espacios de convivencia respetuosa. No podemos rendirnos ante el bullying. La violencia escolar es un fenómeno socio-cultural que exige una respuesta integral de todos los sectores de la sociedad.

Las acciones deben enfocarse primero que nada en la prevención, para generar una nueva cultura de sana convivencia y paz escolar con un enfoque integral. Es necesario impulsar un cambio de fondo en las escuelas, en los hogares, en la sociedad, para que las escuelas sean centros de convivencia segura.

Los profesores y directivos son fundamentales. De ellos depende guiar con el ejemplo y favorecer una cultura de respeto. Ellos están en contacto permanente con los niños y tienen la obligación y la autoridad, para normar su conducta en la escuela. Los padres de familia también tienen un rol muy importante. Es en el hogar donde se inculcan valores como la empatía, el respeto y la convivencia sana. Un niño que puede conversar un día con su padre o con su madre, es un niño que está recibiendo afecto y no se convertirá ni en víctima ni en victimario de la violencia escolar.

La violencia escolar no es un fenómeno aislado que esté ocurriendo en un país o en un sector socioeconómico. Es un problema que, en mayor o menor grado, afecta a escuelas de todo el mundo, de todas las clases sociales. Es un reflejo de una sociedad que realmente necesita hacer un alto y preguntarse qué estamos haciendo por cuidar a nuestros niños y jóvenes. Qué estamos haciendo para inculcar en ellos valores y actitudes de convivencia y respeto. Qué estamos haciendo para darles atención, cariño y un ejemplo de vida digno. Por el bien de nuestros niños y niñas, tenemos que estar a la altura de este desafío.

Abogado. @jglezmorfin