El catecismo de AMLO. El presidente de México ha colocado a México en la prehistoria del orden internacional. Allá hay que ubicar sus reacciones —en boga hasta el tercer cuarto del siglo pasado— adoptadas ahora que estamos por concluir el primer cuarto del presente siglo. Para él no ha caído el muro de Berlín, extendido en el lenguaje de la ‘Guerra Fría’ en una ‘cortina de hierro’ que cercaba a los países del bloque de países dominado por la entonces Unión Soviética. El mundo sólo se podía entender en función de su alineación con Moscú o a Washington. Para AMLO y la izquierda congelada en esa visión, la independencia de Ucrania sólo podía y puede explicarse como obra de Estados Unidos y Occidente, por lo cual no hay que apoyar a Kiev contra la invasión de Putin. Y en aquel catecismo de AMLO, Israel es un enclave imperialista en el mundo árabe —que lucha por su liberación— por lo cual no se pueden condenar los actos de terror contra la población civil israelí.

La cortina de nopal y su caricatura. La remisión del México de AMLO a aquella prehistoria lo ha conducido a una supuesta ‘neutralidad’, en realidad, prorrusa, en Ucrania, y proHamas, en Israel. En México tuvimos una ‘cortina de nopal’, dicho en un símil algo forzado de la ‘cortina de hierro’, la metáfora de aquella hermética frontera ideológica, militar, económica y política del bloque soviético. O de la llamada ‘cortina de bambú’ que cercó las primeras décadas del régimen maoísta. Pero la metáfora de nuestra cortina se aplicaba a un peculiar cerco que en los años de 1960 y 1970 trazaron los presidentes de la época. Hacia dentro, se cerraba el paso a ‘ideas exóticas’ e ‘imitaciones extralógicas’, en obvia adscripción al anticomunismo acendrado en el bloque occidental de la ‘guerra fría’. Mientras hacia fuera, la metáfora aludía al esfuerzo retórico de nuestros gobiernos por mostrar márgenes de neutralidad frente a los dos grandes bloques en pugna. Aquella ‘neutralidad’ podía ser engañosa, mas no le hacía daño. Pero en el México de AMLO devino una irritante caricatura para los mexicanos no alineados con el régimen interno ni con sus arcaísmos y alineamientos en el orden internacional.

Abrazos al terror dentro; consideración al terrorismo fuera. La caricatura también resulta irritante para los países con los que México mantiene compromisos en diversos órdenes, entre otros, por la integridad territorial de las naciones, como Ucrania, y contra el terrorismo, como el que reapareció en Israel. Ya es motivo de preocupación en el mundo la insistencia del presidente en su política de abrazos a los grupos criminales que controlan por el terror una parte del territorio nacional. Con frecuencia asociados al partido del gobierno para decidir campañas por la extorsión, el secuestro y otras formas de violencia, en ‘sus’ pueblos y ciudades cobran ‘impuestos’ e imparten ‘justicia’. Ahora habrá que esperar las reacciones externas ante la consideración con que el líder mexicano se refiere a una organización terrorista como Hamas en el Medio Oriente. Contra ella, en igualdad de condiciones que respecto del estado de Israel, prefiere, dice, “no tomar partido”, sino abogar —¿con los dos?— por una “solución pacífica”. Nada más le faltó mandar abrazos.

¿Error o intención? La secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, empezó a enderezar las declaraciones del presidente con su llamado a Hamas y al ejército de Israel a no atacar a la población civil. Pero así colocó en el mismo plano al grupo terrorista y al ejército israelí. O, acaso peor, identificó al grupo terrorista con la autoridad o el estado o la causa palestina, con el riesgo de quedar mal con israelíes y palestinos. Si se asume un error, se puede corregir. Si no se admite, se presume intención. Y eso suele atraer otras consecuencias.

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