Cuando el lenguaje se convierte en la principal herramienta de trabajo de alguien, este suele adquirir cierto celo por su uso correcto. Un celo particular que muchas veces raya en el fanatismo religioso. En la red abundan personas y personajes -no necesariamente filólogos- que hacen suya la misión de cazar errores gramaticales, sintácticos u ortográficos donde sea que estos se encuentren; Gramar Nazi es el término en ingles con el que se identifica a los usuarios de las redes sociales que, con buenas o no tan buenas intenciones, se pasa la vida buscando fallas en la manera de escribir de los demás. En las redes en español abundan este tipo de cuentas que juzgan con la misma severidad un error de dedo o la ignorancia más evidente; hay también, otras cuentas más pasivas pero igual de chocantes, que se erigen como maestros de la comunidad intercalando lo didáctico con una "buena ondita" a todas luces hipócrita.

Del otro lado están también personajes como Gabriel García Márquez quien abogó en alguna etapa de su vida por eliminar algunas letras y una que otra regla gramatical por considerarlas inútiles; pero para qué tantos de esos 500 millones de hispanohablantes impactaría positivamente las modificaciones que proponía el Nobel colombiano, del único que podemos estar más o menos seguros que pudo haber obtenido beneficios es al mismo Gabo, esos estorbos en el lenguaje eran básicamente suyos.

Hubo por ahí hace no muchos años una propuesta para crear un lenguaje adecuado para las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea, Ideal Nol se llama, y está basado en estas formas de comunicación usadas por jóvenes en las que se contraen las palabras al extremo y en el uso a discreción de símbolos y anglicismos; tiene su alfabeto y reglas, algún osado ha escrito una novela -o algo así- y se estima que se aprende en serio en más de una treintena de países. Este "esperanto" de adolescentes es, a pesar de tener cierto impacto y un número de "hablantes" que nadie esperó se fueran a dar, no es algo que parece no tener un futuro más allá que el que puede tener un capricho juvenil.

Por un lado entonces los yihadistas del lenguaje que predican que fuera del DRAE no hay salvación y la lapidación de todo aquel que blasfeme con un "ola ke ase"; por el

otro lado los rebeldes -con acreditación de intelectual o sin ella- que buscan romper las reglas - pero no al punto del anarquismo gramatical- para crear otras con su propia rigidez.

Las nuevas tecnologías provocan por un lado el temor a propagar como una plaga un lenguaje distorsionado, y es que estas nuevas herramientas por sus capacidades y limitaciones han provocado la aparición de estos lenguajes, han salido de forma natural como tantas otras veces en la historia. Tan negativo es quizá ser brutalmente inflexible con el uso de estas formas de lenguaje, aun cuando su existencia tenga un objetivo claro, como el pretender sacar estos especímenes a otros ambientes que no son propios de su naturaleza.

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