Creo que sólo los estudiantes de doctorado deben escribir tesis. No creo que todas las carreras profesionales deban ponerlas como condición para titularse. Si se es un estudiante serio, la tesis es el último reto para probarse como tal: el ingreso a un registro superior de creatividad. Si no se es serio, es sólo un ritual supérfluo para la familia, no para el conocimiento. Claro, también puede ser la primera prueba sobre cómo esquivar la honestidad académica y suplantarla por otra: la prueba de que quien tranza puede avanzar.

En la UNAM , con el paso del tiempo, ya hay varias modalidades de titulación que me parecen más realistas. Se catalogan y describen en esta página web:

En muchas facultades ya puede titularse alguien por haber cumplido con todos los créditos y por salir airoso de un examen general de conocimientos, sin tesis de por medio. Otras otorgan la licenciatura si el alumno ingresó al posgrado o hace un diplomado. Puede titularse con una tesina, o por un artículo académico en una revista o una editorial arbitrada; o simplemente dando un informe de su trabajo de campo o su social. Se gradúa, recibe su cédula profesional y listo.

En mis tiempos, en mi facultad, la de Filosofía y Letras, donde estudié y di clases varios años, no había de otra que hacer tesis. Se trabajaba mucho, pero sólo si se elegía a un director de tesis riguroso, más bien al mentor que, por serlo, conocía las capacidades de uno y por lo mismo era exigente: “defender” la tesis no era, ni de lejos, una frase hueca. Las mías de maestría y doctorado (porque en ese tiempo se iba en orden, grado por grado) fueron publicadas luego por el Fondo de Cultura Económica , cuyos exigentes dictaminadores eran los verdaderos sinodales, los de la vida real.

Dirigí pocas tesis. Desde la primera me hice fama de riguroso y pocos pasantes osaron pedirme asesoría, pero me enorgullece que algunos de ellos sean ahora investigadores nacionales. Era curioso: pocos colegas conocían muy bien los temas que yo estudiaba, pero como los pasantes pueden elegir al asesor, preferían no a los expertos sino a quienes tenían fama de ser “tolerantes”. Ha habido decenas de tesis recientes sobre los Contemporáneos, Octavio Paz y López Velarde : no sólo no asesoré ninguna, no se me invitó siquiera de sinodal a un examen. Alguna vez, en calidad de sinodal, me empeñé en reprobar al pasante y claro, dejé de serlo para siempre…

Merecer un título honra si incluye la dificultad de merecerlo. El examen profesional debería tener carácter de verdadera prueba, es decir, con el riesgo de reprobar incluido. Me parece que las universidades deberían tener un rigor implacable en la titulación, sobre todo cuando hay tesis de por medio. Las comisiones que aceptan el tema de tesis deberían nombrar a un jurado especialista y no a quien selecciona la voluntad o el interés del pasante. El director de tesis no debe ser presidente del jurado: debe sentarse junto al pasante y someterse al examen con él, y si éste reprueba, que se le llame a cuentas y se le resten puntos.

Está bien que ahora haya otras modalidades. No todos sirven para hacer investigación, y fingir lo contrario haciendo tesis maquilladas demerita a todos. Un examen general y listo. No hay ceremonial, ni familia conmovida, ni la ridícula “mención honorífica” que, como se les da a todos, vale para nadie. Ni tampoco sinodales hartos de leer “tesis” interneteadas a cambio de 200 pesos, un puntito para el SNI y un brindis con la abuelita.

Ni, sobre todo, la compraventa de tesis al portador, la vergüenza final.

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